Cómo distinguirme, si no es con la diferencia, dice. Y con esa frase, María Verónica León Veintemilla refrenda su filosofía artística: la de hacer una obra propia, que responda a su esencia. A su modo de pensar y sentir y que, además, se conecte de manera sencilla con los espectadores. Una  propuesta contemporánea  que no abunda en conceptualismos y que explora diversos lenguajes. 

Esta artista ecuatoriana, radicada en París hace 10 años, se desplaza con comodidad por la  pintura, el performance, la instalación, el dibujo, la fotografía, el video, el retrato. No hay campo que le sea ajeno.   

En el 2007, intervino en representación de Ecuador en la Bienal de Venecia, Italia, cita en la que presentó videopoesía. En el 2008, junto con reconocidos diseñadores y artistas del mundo (Carolina Herrera, Christian Dior, Giorgio Armani y otros) intervino en una exposición organizada por Unicef, que se realizó en el Petit Palais, Museo de Bellas Artes de París. Un evento benéfico cuyos fondos se destinaron a los niños de África. 

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El mismo año presentó una exposición individual en la capital francesa y también se subastó una de sus obras en la casa de subastas Drouot Montaigne. En diciembre próximo exhibirá su obra pictórica en Miami, junto con creadores de diversos países. Y antes participará en una actividad de la Bienal Internacional de Cuenca.

En la actualidad, la artista visita el Ecuador, país al que vuelve para reencontrarse con su familia y con la tierra en la que comenzó su trayectoria.

Nacida en Guayaquil, hace 38 años, María Verónica se fascinó con el arte desde pequeña. Sus primeras obras fueron retratos a lápiz de sus actores  preferidos o los mapas de la clase de geografía. Luego de un breve paso por la Facultad de Derecho de la Universidad Católica, decidió viajar a Quito, para estudiar en la Facultad de Artes de la Universidad Central.

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Allá trabajó con el pintor Oswaldo Guayasamín en los murales de la Capilla del Hombre, una experiencia que aquilata, y a la par empezó a exponer sus propias creaciones en Quito y luego en Guayaquil. Después vino la decisión de irse del país, a buscar nuevos derroteros. 

Dice que su sueño era Alemania, pero escogió Francia porque lo consideraba una especie de puente entre Latinoamérica y ese país. Lleva  una década allá y ahora no piensa cambiar París por otra ciudad. “Allí  he encontrado una satisfacción que tiene que ver con el equilibrio. Creo que es como el termómetro de mi existencia”, refiere esta artista, que en la actualidad explora, en sus obras, la temática del libro digital, y que aprendió francés en el día a día de su vida en París. 

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Ha bebido de la cultura europea y francesa, pero señala que nunca ha pretendido afrancesar su trabajo. “Yo quiero defender la libertad personal, los orígenes sudamericanos y explotar mi propia fuente”, comenta la creadora. Por ese motivo, más que de influencias, habla de referencias.   

María Verónica, lectora asidua de la literatura escrita por mujeres, de arte y filosofía, ha retratado a personajes como la bailarina Pina Bausch y recientemente al tenor español Plácido Domingo, encargo que el cantante le realizó durante una visita que hizo al taller de la artista ecuatoriana en París.

Es una mujer apasionada de su carrera. Que vibra con el arte y está consagrada a él. “Decidí  la otra vía, no la de la mujer que tiene su amor, su nido, su hogar, sino la de la mujer que es parte de una batalla, con dificultades y con gratas recompensas”, comenta la artista, que creció en un hogar en el que se mezclaban la política y el arte.

Su obra no es autobiográfica, pero en ella se puede encontrar a María Verónica. Es una obra libre, que no desea etiquetas de ningún tipo.

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