Hay síntomas crecientes de que la conflictividad social va en ascenso.
Algunos ejemplos por mencionar son la huelga de los maestros, los incidentes estudiantiles callejeros, las protestas de los afiliados al Seguro Social Campesino, los desmanes en La Concordia y el anuncio de ayer de que las organizaciones indígenas convocarán a movilizaciones.

Es inevitable que todo Gobierno enfrente con cierta frecuencia esta clase de reclamos; lo importante es que con una adecuada combinación de diálogo y firmeza se los atienda con justicia, pero sin afectar los derechos de los demás. En esta ocasión, sin embargo, se trata de organizaciones sociales que hasta hace poco se declaraban aliadas políticas de un régimen cuya predisposición al diálogo ha sido sumamente escasa, por decir lo menos. Esta peculiar combinación hace temer que sea difícil un acercamiento y, menos aún, un diálogo fructífero.

Los conflictos sociales se parecen a las mareas: a veces crecen, a veces se repliegan. Esperemos que en esta ocasión se trate de lo segundo.