Salí de Uruguay en los años 63 y cuando regresé seis años después, la cultura del miedo estaba instalada en todas partes. El régimen militar que controlaba todo a través de una red de informantes había filtrado la suspicacia en todos los ambientes, familias, calles, negocios, deportes… no se escapaban las fiestas ni los velorios. Había muchos asesinatos, detenidos desaparecidos, todos los trabajadores estaban “fichados”. Era un expediente personal que requería la letra A para conservar u obtener un trabajo. Los uruguayos hablaban con puertas y ventanas cerradas, en voz baja y cuidándose mucho de quien estaba alrededor. En los barrios las amistades y enemistades eran políticas, las familias estaban divididas en función de ello. Ese síndrome de la dictadura duró aún después que esta fue despojada de sus nefastos poderes por el voto ciudadano.

La humanidad ha recurrido con esmero, de diferentes formas y con diversas  justificaciones a “defender” sus proyectos políticos en nombre de la revolución, la igualdad, la fraternidad y aún la libertad… Se trata de defender “su” revolución, “su” proyecto, “su” grupo, “su” religión, “su” idea del cambio, “su”… La Revolución Francesa derivó hacia el régimen del Terror y guillotinó a sus mentores.

Emplean comités de defensa las brigadas venezolanas y cubanas, más cerca nuestro cuando se producían invasiones de tierras habían comités de defensa que funcionaban con su propia ley, en Bastión, en las Malvinas. Organizaban las rondas nocturnas, convocaban a sus vecinos, castigaban a los “infractores”. Las agrupaciones juveniles que llamamos pandillas las tenían y las tienen. Para proteger lo que consideran sus “territorios”, para saber qué pasa con los otros grupos…

Por eso creo que es un lamentable error  propiciar comités de defensa de la revolución en cada cuadra, en cada casa… El solo hecho de hablar de defensa evoca la confrontación, la guerra, no se trata de apoyar sino de defender. De defenderse ¿de qué, de quiénes? ¿En los barrios populares hay que defenderse de quien no piensa igual? ¿Se darán premios, bonos, a los que piensan, hacen y van a las convocatorias de los comités y se castigará a quienes no cumplan con lo mandado por el comité? Los pondrán también en las ciudadelas exclusivas o será para “defensa” solo en los sectores populares… ¿Qué pasará con quienes no obedecen las “sugerencias” del comité? ¿Cuál será el castigo del trasgresor?

Me conmociona que las propuestas de la izquierda se aproximen tanto a los de la derecha más recalcitrante. Que no se tengan métodos más creativos, festivos y convocantes. El común denominador de ambos: gobernar por el miedo y la represión. Miedo a qué dirá la autoridad, el jefe, el comisionado, el vecino… Sociedad de la suspicacia y el fisgoneo a nombre de la justicia y la libertad, ¡qué pena! Es necesario ganar adeptos para los cambios profundos y no personas paralizadas que obedientemente dicen Sí porque las rige el miedo o el deseo de sacar partido personal, empresarial.

Qué pasaría si hubiera comités de la diferencia, que señalen las familias, los ciudadanos que hacen la diferencia en innovación en diferentes campos, en arreglo de su casa y de su cuadra, en ideas creativas de negocios, en educación, en solidaridad y responsabilidad social… no importa el color de su preferencia política. Hay mucho que reconocer y divulgar… Comités integrados por vecinos donde de manera obligatoria debería haber un viejito/a; tienen la mirada más limpia… y no buscan puestos…

El mundo político es el gran articulador de los ciudadanos, esa articulación debe ser para la vida, la participación querida y buscada.