El gobierno del presidente Correa, como ningún otro en nuestra historia –salvo las dictaduras tenidas–, posee poderes, otorgados por la Constitución de Montecristi, suficientes para realizar una verdadera institucionalización del Ecuador haciendo los cambios que deben hacerse, con decisión, sabiduría, buen juicio y buen talante, dentro del respeto a las libertades y derechos humanos. Perder la posibilidad de señalar al Ecuador una ruta clara y definida, factible, no utópica, donde quepamos todos los compatriotas, sería una insensatez; imposible dejar pasar el tren de la historia que ahora está frente a nosotros y nos invita a subirnos a él e iniciar un viaje diferente.

Algo que nuestro Presidente tiene muy claro es que más del cincuenta por ciento de ecuatorianos no le dieron esta vez su voto: porque votaron en blanco, porque se abstuvieron o porque depositaron por otra preferencia. Para un buen entendedor –quiero pensar que Rafael Correa sí lo es– debe significar que los ecuatorianos esperamos el día en que el Gobierno nos ponga a todos en su agenda, sin distinción alguna. Pretender que PAIS sea el Ecuador es un grave error.

Un clavo bastante oxidado es menester extraerlo con decisión: la capacitación de los maestros. Se han escuchado proclamas trasnochadas de profesores alineados con el MPD que interpretan a su modo las disposiciones del Ministro de Educación y pretenden que, al igual que en décadas anteriores, se haga la voluntad de los dirigentes de la UNE que ciertamente no representan al magisterio nacional, más allá de una vinculación legal.

Soy maestro y tengo primos, hermanos y buenos amigos que militan en el magisterio fiscal. Un diagnóstico nacional para saber cuál es la situación del saber de nuestros maestros, diagnóstico que conlleva estímulos económicos para quienes saquen buenos puntajes y la capacitación durante un año para quienes no alcancen los puntos requeridos, me parece una ganga porque nadie pierde en el proceso, todos ganan y Ecuador puede soñar con mejores días.

La evaluación siempre estuvo presente en casi todas las instituciones de educación particular, con varios componentes: estudiantes, directores, jefes de áreas, etcétera; dos evaluaciones al año cuyo promedio lleva a conclusiones: las A son felicitadas, las B reciben una tarjeta amarilla y la C no debe seguir en la institución. Las A reciben el aumento de sueldo dispuesto internamente; las B esperan un semestre, en caso de haberse convertido en A, reciben el aumento con valor retroactivo. La intención de esta evaluación es el mejoramiento de todos y, al mismo tiempo señalar que la institución particular no tolera a quien se empantana en la mediocridad, porque hay un compromiso de calidad con los padres de familia, quienes pagan un servicio educativo. Así de sencillo.

El Ministerio de Educación no descubre el agua tibia ni tampoco ejerce una acción en contra de derecho alguno de los maestros. Ya era hora, ministro Raúl Vallejo. Quienes soñamos con un Ecuador diferente aplaudimos su “valiosa terquedad”. Es hora de que los nombramientos de profesores dejen de ser cargos vitalicios. Se busca servidores de la calidad.