Landín participó con su colección en las actividades que se realizaron hasta ayer en la Biblioteca Municipal de esta ciudad por los setenta años de la aparición de Batman. Su pasión por el personaje es tan fuerte que tiene tatuado en su hombro izquierdo una de las insignias del murciélago.

Batman llegó a convertirse en un ícono de la cultura popular, porque representa la dimensión oscura del psiquismo como humano, sin llegar a ser del todo malvado, explica Carlos Tutivén, sociólogo y docente de la Universidad Casa Grande.

“Está del lado de la ley, pero a su modo. Es intrépido, valiente, y se vale de su astucia y  puños para poner en orden a los villanos. El Batman del cómic, y luego el del cine contemporáneo, es un pseudo vampiro posmodernizado por Tim Burtom (cineasta que lo volvió a hacer famoso en 1989), que hace de las suyas por las noches mientras por el día es un respetable filántropo”, acota Tutivén.

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El marketing y Hollywood también ayudaron  a Batman a convertirlo en un “ícono transgeneracional”, opina el sociólogo Eduardo Roldós, docente de la Universidad de Especialidades Espíritu Santo.

La doble identidad que tienen Batman y sus enemigos es otro de los atractivos de este personaje, añade  el escritor, ilustrador y profesor de cómic universitario, José Santibáñez.  “Hay un lado normal que se ve relevado por otro  más fuerte, más agresivo, más oscuro. Batman lo utiliza para el bien. Los otros no. Pero, básicamente, son iguales. El bien y el mal están dentro de ellos”, enfatiza.

Batman es un representante claro del vigilantismo porque elimina lo que considera indeseable, por encima de la ley. “Traspasa lo políticamente correcto, lo aceptable, para perseguir, atrapar e incluso asesinar”, acota Tutivén.