BARCELONA, ESPAÑA

El escritor y editor quiteño Javier Vásconez ha sido el gestor de un acontecimiento para la literatura contemporánea de Ecuador. Y el actual Ministro de Cultura ha utilizado el acontecimiento para hacer demagogia y desinformar. Veamos por qué.

La  semana pasada se presentó en Madrid la publicación, por la editorial Alfaguara, de diez novelas y dos antologías de cuento y poesía de escritores ecuatorianos, todo pagado por el gobierno de Rafael Correa. Esas diez novelas provienen de los archivos de la colección Novelas Ecuatorianas Contemporáneas, que se empezó a publicar por partes con el sello de la Biblioteca del Municipio de Guayaquil desde 2007. Una de esas novelas, El desterrado, y que ahora vuelve a aparecer con Alfaguara, es mía. La colección del Municipio de Guayaquil se distribuyó gratuitamente en bibliotecas y colegios públicos, tuvo una difusión discreta y una limitada manera de venderla, pero sobre todo nunca se la utilizó para hacer propaganda. Algo muy distinto ocurre con la edición española por las declaraciones del Ministro de Cultura, difundidas por la prensa internacional.

Según estas, las obras de los escritores ecuatorianos son desconocidas en España; que “por 30 años, Ecuador vivió en la sombra, invisible” y que ahora, gracias a que el Gobierno financia esta edición, recién se dará a conocer nuestra literatura luego de la “larga noche neoliberal”. Supongo que Vásconez se habrá armado de paciencia, porque precisamente él ha sido uno de los tantos escritores ecuatorianos que han sido editados en España, sin becas ni subvenciones.

La literatura ecuatoriana contemporánea empezó a ser reconocida en España desde hace quince años. Si no cómo se explica que editoriales españolas hayan publicado en este tiempo, sin que se les pague un centavo –el talento no se establece por decreto o talonario–, a autores contemporáneos como Vásconez, Carvajal, Herrera (finalista del premio Nadal 1984), Ruales, Ubidia, Arcos Cabrera, Carrasco, Marchán, Campaña, Adoum, Quiñónez, Aguilar Monsalve, Augusto Rodríguez; o que poetas como Edwin Madrid o Juan José Rodríguez reciban premios literarios; o que se reediten en ediciones especiales la obra de Pablo Palacio, Montalvo, Mera, Gangotena, Aguilera Malta, Salvador, entre tantos otros.

Achaquemos el descuido del Ministro de Cultura al desconocimiento. Pero si no se debió a eso, entonces no puedo estar de acuerdo con desinformaciones y con una actitud paternalista y demagógica hacia la literatura, derivada de la autocompasión que tanto daño ha hecho al escritor ecuatoriano. Por este tipo de declaraciones habrá que estar alerta sobre el manejo de los recursos culturales, sobre todo para quienes discrepen críticamente con el Gobierno, que se verán obviamente marginados. Un asunto es que la cultura reciba apoyos y otra que se empiece a seleccionar beneficiarios. Si esto es así, a punta de becas, ediciones pagadas, viajes a encuentros literarios, o puestos públicos sustentados en el aire, los escritores se verán conminados a no molestar, a “quedarse calladitos”, como diría el Pájaro Febres Cordero. Supongo que no lo harán, porque callar no es compatible con el talento creador y crítico. De hacerlo, entraremos en el reino de la mediocridad subvencionada y oficial. Lo dijo el escritor colombiano Germán Espinosa: “En arte, toda oficialización es sepelio”.