Desde sus inicios en el balompié Emelec colocó en las canchas de fútbol de Guayaquil, y luego de todo el país, a figuras estelares que por su rendimiento quedaron para siempre en la historia.

Este recuento cita a varios de los  cracks  que forman parte de la leyenda emelecista en distintas épocas.

 En el campeón del torneo de Fedeguayas de 1946, en la era amateur, ya destacaban  el zaguero Luis Chocolatín Hungría y el volante Enrique Moscovita Álvarez, que luego causó sensación en el fútbol de Colombia, con la divisa del Independiente Santa Fe de Bogotá. “Para algunos hinchas del Santa Fe, después de Dios, Moscovita Álvarez, aseguró un periodista cafetero en una edición especial sobre ese club.

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Con la llegada del profesionalismo, en 1950, se produce también el arribo de varios  extranjeros que dejaron huella en Emelec. Brillaron el elegante zaguero argentino Eladio Leiss, el centrodelantero Atilio Tettamanti, de la misma nacionalidad, que procedía del Vélez Sársfield. Vino del mismo país el atacante Jorge Pibe Larraz, que luego tuvo campañas sobresalientes en el Unión Deportiva Las Palmas, de España.

En 1954, desde el club Argentina, de Quito, llegó Carlos Raffo para cubrir con su nombre y goles una década.

Ya brillaba también el endiablado puntero derecho José Vicente Balseca, cuya celebridad rivalizaba con la de Eduardo Guzmán, apodado Bomba Atómica, por la potencia de su disparo.

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En la década de los sesenta una avalancha de talentos dejó grabados varios nombres imborrables: el golero paraguayo Ramón Maggereger, su coterráneo Lucio Calonga, que dejó un recuerdo  imborrable como volante.

De Buenos Aires aterrizó Henri Magri, que había sido campeón con River Plate en 1957, para integrar una línea memorable con Carlos Pineda. En el mismo nivel de calidad estaban el recio Alberto Cruz Ávila, Galo Pulido, el escurridizo Bolívar Merizalde y Enrique Raymondi y el brasileño Ely Durante.

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En los setenta se distinguió  la capacidad goleadora de Félix Lasso, la solvencia defensiva del uruguayo José María Piriz y de Jefferson Camacho y Eduardo García, en el arco. Poco después el talento de centrocampistas de lujo como Carlos Torres Garcés y Ricardo Armendáriz y los artilleros Carlos Miori y Lupo Quiñónez.

La posta la tomaron dos volantes centrales que están en la historia: Kléber Fajardo y Wilfrido Verduga, y el polifuncional Ivo Ron. Defensas seguros como Máximo Tenorio, Iván Hurtado y Luis Capurro. Iván Kaviedes, el mayor goelador de un torneo nacional, y Marcelo Elizaga, último gran símbolo azul.