El coraje y el ímpetu luchador están grabados en cada pliegue de su rostro, que no se amilanó nunca ante quienes se creían sus superiores ni ante la persecución política de gobiernos que la consideraron una amenaza y la acusaron de comunista.

Mamá Dolores, como la llamaban, nació en Pesillo, cantón Cayambe, en octubre de 1881, y murió en abril de 1971, a los 90 años, en la misma zona.

Cansada de los abusos y la  explotación de sus patronos en el huasipungo donde habitaba, inició las primeras luchas para exigir el respeto a los indígenas y la abolición de la esclavitud; pero su legado más importante se vislumbró en su afán por la educación bilingüe.

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Sus pedidos a los respectivos ministros de Educación no tuvieron respuesta, y en 1944, tras crear la primera Federación Ecuatoriana de Indios, decidió por su cuenta abrir cuatro escuelas en las zonas aledañas a su comunidad, las que se mantuvieron con dificultades hasta que fueron cerradas definitivamente por la Junta Militar en 1963, por ser consideradas focos del comunismo, refiere Raquel Rodas, quien ha escrito cuatro libros sobre la líder indígena.

Su trabajo es reconocido y con su nombre se han creado escuelas, organizaciones y centros como la Escuela de Formación de Líderes Indígenas Mujeres.

Como un homenaje a ese legado histórico y en el marco de la celebración del Día Internacional de la Mujer, la Unesco dedicó un espacio en su sede en París para destacar el aporte de Cacuango, con una exposición que culmina  el 25 de este mes.

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La muestra titulada Semillas de un sueño exhibe fotografías, objetos personales y textos de la líder indígena. “Nosotros somos como los granos de quinua: si estamos solos, el viento lleva lejos; pero si estamos unidos en un costal, nada hace el viento. Bamboleará, pero no nos hará caer”, fue una de las frases con las que Cacuango incentivó la lucha.