Alfonso Reece D.
Se suele decir que lo perfecto es enemigo de lo posible. Es altamente probable que el Ecuador no haya ido nunca, nunca, a ninguna parte debido a que buscamos un país perfecto, cuando lo que se tenía que hacer era buscar lo bueno dentro de lo posible.

¿En qué consistiría ese bueno posible? En una democracia en la que dos corrientes políticas, liberalismo y socialdemocracia, se alternarían en el poder mediante procesos electorales. Cualquiera que gane se compromete a cumplir un acuerdo mínimo que incluye la prevalencia del Estado de derecho, de la democracia representativa y de la separación de poderes.

También se obligan a mantener la economía de mercado, la propiedad privada y las libertades básicas (prensa, asociación, movilización, etcétera), conjuntamente con el acceso gratuito y general a los sistemas de salud y educación. Y, last but not least, la preservación del medio ambiente será un marco básico para todo tipo de política.

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A los liberales puede que no les guste la educación y salud gratuitas; a los socialdemócratas no les gustará la intangibilidad del mercado y de la propiedad privada. Pero hay que llegar a ese tipo de transacciones si queremos llegar a alguna parte. De lo contrario estaremos refundando la república cada diez años. Cuando accedan al poder los socialdemócratas podrán aumentar el gasto “social” o los impuestos, pero no se embarcarán en nacionalizaciones y, sobre todo, no desestructurarán el sistema de mercado. Los liberales, de ganar las elecciones, podrán bajar los impuestos y concesionar muchas áreas, pero no quitarán el acceso gratuito a los servicios sociales básicos. Y un gobierno de cualquiera de las dos tendencias no atentará contra el medio ambiente, a pretexto de defender derechos privados o el “bienestar” de las mayorías.

No es un sistema ideal. Es esencialmente imperfecto, porque todos cederán algo con respecto a lo que consideran un Estado “perfecto”. Pero es un sistema posible, tan posible que los países más prósperos del mundo han implementado entramados similares al descrito. Y hemos hablado de tendencias y no de partidos, porque puede que el bipartidismo no sea deseable. Los conservadores no se sentirán representados en un partido liberal absoluto. Los grupos regionales, étnicos y “verdes” pueden ser un interesante contrapeso si comparten las líneas básicas. Los fascistas y comunistas, si son coherentes con su ideología, se deberían excluir de un acuerdo así.

Algo así no se ha dado en el Ecuador porque no hay una tendencia liberal, sino una derecha oligárquica y mercantilista, que considera que sus intereses privadísimos están por sobre el Estado de derecho y la convivencia democrática. No hemos tenido un sistema así porque no ha existido jamás una socialdemocracia, sino una izquierda cavernaria y resentida que cree que la solución es evaporar la poca riqueza que existe, igualándonos a todos en la pobreza. Y esto no se ha dado en Ecuador porque no creemos en las ideas sino en los hombres providenciales, en los dueños del país, en la mano dura y otras infantilidades propias de un pueblo en la preadolescencia de su historia.