Como ocurre con los seres humanos que por el apresurado y malintencionado juicio de sus semejantes son víctimas de estigmas y   marginaciones, la antigua plaza también llamada Parque de la Victoria y en décadas atrás parque Abdón Calderón aún soporta una ‘mala fama’ impuesta por el común de las gentes o quizás porque tiempo atrás algunas personas  lo convirtieron en centro de sus actividades non sanctas.

Pero lo cierto es que,  contrario a esos epítetos,  la plaza de la Victoria cada día sumerge en una febril actividad al transeúnte residente y afuereño. Ese ritmo solo decae al promediar la medianoche y se reanuda con igual ímpetu la nueva mañana. Dueños y empleados de almacenes, obreros, comerciantes,  estudiantes, etcétera, tienen paso obligado por el parque y sus aceras.

La historia de la plaza data con mayor claridad desde el siglo XIX en que consta en planos de la ciudad como el de Teodoro Wolf (1887); su descripción aparece junto con la  capilla y después iglesia del Purísimo Corazón de María (Nuestra Señora del Carmen o La Victoria),  construida de madera en sus albores por el canónigo Nicanor Corral y posteriormente por los padres Carmelitas Descalzos, quienes  culminaron el templo de cemento armado en 1945, con diseño  de Pablo Russo y decoraciones de Emilio Soro.

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Un episodio que otorga relevancia histórica al lugar es el decisivo combate librado en el sitio e inmediaciones el 24 de septiembre de 1860 entre las tropas lideradas por Gabriel García Moreno y Juan José Flores y las del general Guillermo Franco, confabulado con las fuerzas peruanas que amenazaban Guayaquil. Por eso se estima acertada la erección del monumento al ex presidente guayaquileño García Moreno en dicho lugar.

La denominación de Abdón Calderón a esta emblemática plaza duró algunos años, como lo testimonian los planos de Francisco Landín (1909), Froilán Holguín (1919), Compañía White (1920) y V. M. Granado Guarnizo (1936), y también algunos textos de enseñanza y lo que dijeron jefes de familia y educadores. En 1920 se habla del ‘Barrio de la Victoria, y en 1945 se le dan como límites de Vélez a Pedro Pablo Gómez y de Antepara (Santa Rosa) a Pedro Moncayo (Daule)’.

Además de formar la memoria de una populosa barriada que incluye la iglesia donde se rinde culto a la patrona Virgen del Carmen y se ofrecían animadas fiestas a San Vicente de Ferrer por el prioste Elías Álvarez, la plaza de la Victoria fue central y balcón para escuchar las arengas políticas del eterno candidato presidencial Eusebio Macías Suárez, escenario para las actuaciones de la cantante Clarita, pizarra para las ecuaciones del recordado Matemático y observatorio para nuestro respetado astrónomo Eloy A. Ortega.

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Antes de llegar el desarrollo urbano y ser un parque –primero abierto y más tarde cerrado–, la Victoria sirvió como plaza de toros y hasta más o menos los años cincuenta de la centuria pasada para armar las carpas de circos Dumbar-Schewyer, Nelson, Riquelme, Cairoli, Indian y otros que solían visitarnos. En su espacio tampoco faltaron las retretas de bandas apostadas en la glorieta estilo mudéjar, los juegos pirotécnicos, carruseles de caballitos, vendedores de baratijas,  ‘hierberos’, pastores evangélicos llamando al arrepentimiento, puestos de juguetes navideños y muchas otras curiosidades que la hicieron muy especial entre sus semejantes.

Enfrente del parque, por Pedro Moncayo, funcionó por décadas el teatro Victoria y a una cuadra el cine Quito, con toda esa carga de diversiones para grandes y chicos. Igualmente en sus contornos hicieron estación los carros que iban a Salinas, Playas, El Morro, Data, Engabao y más puntos aledaños; asimismo, los negocios que por su fama atendían a decenas de clientes toda la semana, casos de la perfumería Victoria, peluquería Baltimore, salón El Trébol y El Palacio de las Peinetas.

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Junto a la iglesia de la Victoria funcionó la escuela Belén y luego la García Moreno, que todavía acoge a niños del populoso sector.

Pocas cuadras más allá, al suroeste del parque ,   durante larga época del siglo XX estuvieron los locales de la calle Machala con las damas de las hamacas y en los alrededores los dancing o salones de bailes American Dancing, Flor de Levante,  Crosley, Darlin, Bogotá, Ideal ... y a corta distancia, por el  norte, el Juventud Alegre, Pierrot, Estraburgo que evocan no pocos vecinos.

Esto, pues, un breve repaso de la plaza de la Victoria, sitio de cálida añoranza en la memoria  guayaquileña.