La lluvia cae y canta sobre las calles de Guayaquil. Pero en su departamento, reina su voz: “Mi madre me paró en un escenario cuando tenía dos años, ahí empecé a cantar”, dice Olga Gutiérrez Iraolagoite, una ecuatoriana que nació en Argentina en 1928. Ella volverá al escenario del Teatro Nacional de la Casa de la Cultura de Quito el 27 de febrero en el show ‘Homenaje a Olga Gutiérrez’.

Ya era una gran cantante internacional cuando en febrero de 1962 arribó a Quito. “Me quedé porque me enamoré de su gente, de sus indígenas”, afirma desde su silla de ruedas. Conoció todo el país al formar parte de la compañía de Ernesto Albán y en noches de bohemia, al escucharlo cantar, se enamoró de la música ecuatoriana. Y todavía es recordada como la hermosa voz del legendario trío Los Brillantes.

Años después, grabó –y aún canta– a dúo con Kiko González. En 1972 después del disco de pasillos Media hora romántica realizaron giras artísticas por Estados Unidos y Europa. En el  2003 le detectaron diabetes, el año anterior esa enfermedad le arrebató un pie pero jamás sus ganas de vivir cantando.

Publicidad

Algunos opinan que es la mejor intérprete de música nacional pese a no haber nacido en el país. “Me hace sentir mal porque no me siento extranjera –protesta–. El artista es como una golondrina viajera y hace su nido donde quiere”.

Aunque ha grabado numerosos temas nacionales, le es imposible elegir su preferido porque siempre canta solo lo que le gusta. En el 2004 obtuvo la ciudadanía ecuatoriana, al siguiente año fue nombrada Embajadora de la Música Nacional y después le otorgaron el premio Rosa Campuzano.

Le recuerdo que por esos días, el periodista Fernando Naranjo sugirió que, por su trayectoria y precaria salud, el Gobierno debería asignarle una pensión vitalicia.

Publicidad

 “Aquí nadie reconoce a nadie. Este es un pueblo desagradecido, lo puede escribir –me dice– porque yo lo digo siempre. Esperaron a que Julio Jaramillo se muriera para ser gratos con él. La música del Ecuador se conoció por Julio”.

Disfruta con los aplausos y gritos del público, con lo que la gente le dice en las calles: “Olguita usted es de aquí, no es de otra parte”. “Olguita, la mejor voz del Ecuador”.

Publicidad

Confiesa que por la enfermedad y pérdida del pie conoció la fuerza divina de Dios.  ¿Ha de ser duro salir a cantar así?, indago. “Es muy difícil pero yo no canto con el pie –responde con suma valentía–, claro que me hace falta para bailar, por ejemplo, cuando canto algo alegre de la Sierra”.

Uno de sus temas preferidos es Taita Salasaca (Taita Salasaca que alegre camina/ Por los chaquiñanes sin ver las espinas). Admira a los indígenas porque saben luchar “son mil veces mejor que cualquiera de nosotros porque son más puros y nobles”.

Al morir desea que sus cenizas sean lanzadas al Síngsing –cerca de Cuenca– ese río cantarino de piedras coloridas y canto rodado. “Qué hermosura que ahí descanse parte de tu cuerpo espiritual o lo que quede”, reflexiona. Pero para suerte nuestra Olguita Gutiérrez está viva y cantando como siempre, como un río mágico.