En las primeras décadas del siglo anterior, cuando don Francisco Orrego Peñafiel construyó su casa, jamás imaginó que a más de hospedar a sus herederos, en ella funcionaría una armería, una escuela y después un restaurante que se transformaría en el bar La Taberna (Plazoleta de Los Monjes, escalón 37 de las escalinatas Diego Noboa del cerro Santa Ana). Atiende de domingo a miércoles de 16:00 a 01:00 y de jueves a sábados hasta las 04:00. Telfs.: 231-0797, (08) 975-1648.

Y que al son de la regeneración urbana del cerro, el 28 de julio del 2001 se reinauguró La Taberna, porque en ese mismo lugar a partir de 1984 funcionaba La Gran Chuleta, de Rocío Soriano y Manuel Vélez.
Vélez Linares –tataranieto de Francisco Orrego– cuenta que ahí mismo en los años cincuenta funcionó la armería de su tío abuelo Francisco Orrego Vallejo, quien  gustaba de la bohemia y tocaba la guitarra. Uno de sus amigos era Julio Jaramillo. “Aquí tomaban trago fuerte, cantaban y tocaban sus guitarras, es lo que mi abuela contaba”, asegura Manuel Vélez.

Por esa razón, cada 9 febrero –aniversario de la muerte de  JJ–,  los  tabernarios en romería van al cementerio y después en el bar hay música en vivo solo con las canciones de Míster Juramento. Algo parecido ocurre cada 1 de octubre en el Día del Pasillo. Por eso, en este bar Julio Jaramillo aún está vivo.

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En el primer ambiente del bar La Taberna se les rinde homenaje a los ídolos del Ecuador: JJ y Barcelona.

 Se exhiben camisetas y afiches del equipo amarillo. Al lado, en el espacio más amplio, las paredes están tatuadas por una colección de casi 700 cajetillas de cigarrillos de todo el mundo y fotografías de visitantes y del Guayaquil antiguo.

“Con satisfacción puedo decir que el 95% de los que frecuentan La Taberna ya no son clientes, son mis amigos”, dice Vélez.

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El otro ambiente es un pequeño mezanine poblado por antigüedades utilitarias: cámaras fotográficas, planchas de carbón y eléctricas, radios, tocadiscos, vitrolas...  Además de seis gatos que como verdaderos felinos sagrados deambulan por el bar.

Más arriba está la cocina, de donde emergen platos criollos y piqueos. Los fines de semana: arroz con menestra y chuleta, y seco de borrego,  $ 3, pero todos los días hay piqueos mixtos: patacones con queso, salchicha, aceitunas, $ 5. Y para calmar la sed, cervezas nacionales y extranjeras de $ 1,25 a $ 2. Además de tragos de tequila, vodka, whisky, de $ 2,50 a $ 5.

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Las noches de bohemia y añoranza en La Taberna son a ritmo de rock clásico, porque su público es gente mayor y joven. Pero los fines de semana también suena salsa. Y una vez al mes hay música en vivo. Han cantado Héctor Napolitano, Lucho Rueda, Segovita, etcétera. El último fin de semana se escuchaba a Julio Jaramillo cantar “Bellas historias de un amor ya ido,/ recuerdos de mujeres que me amaron; labios que apasionados me besaron,/ todo lo cubre el manto del olvido”.

Pero en La Taberna no existe el olvido. Por eso el próximo año, su primer piso será un bar museo en memoria de Julio Jaramillo.