Las casas de apuestas de Europa pagaban 5 euros por un triunfo de Liga contra 1,50 el del Manchester United, tal era favoritismo del once de Alex Ferguson. Si mañana volvieran a enfrentarse, los capitalistas serían menos desprendidos y más prudentes; la brecha se reduciría notoriamente. Eso se debe a la nueva demostración de este equipo albo que, sin duda alguna, se ha consagrado como el mejor de Ecuador en toda su historia.

A nivel de selección, las chequeras tienen poca importancia, pero en materia de clubes, cuando se miden dos presupuestos tan diferentes, adquieren una gravitación trascendental. Casi todo el equipo de Liga cobra en un mes lo que Cristiano Ronaldo en una semana (cerca de  $ 335.000, libres de impuestos). Esto proporciona una idea aproximada del poderío de uno y otro plantel.

Los nombres también: el United presentó en ataque tres estrellas como Cristiano, Rooney y Tévez. Liga opuso a Bieler, un entusiasta y oportuno muchacho que alcanzó algún partido en la primera de Colón de Santa Fe antes de quedar libre. Las diferencias, de la raya de cal hacia fuera, eran abismales.

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Adentro fue distinto. Manchester alcanzó la apretada victoria. Y la mereció, seamos ecuánimes. Solo la grandeza de José Francisco Cevallos (insólitamente, muchos lo discuten) impidió que llegara antes el grito de gol inglés. Sin embargo, si Jairo Campos concretaba al inicio del juego (ni cuenta se dio de lo servido que tenía el gol), o si el notable y veterano Van der Sar no le sacaba a Manso alguno de sus dos disparos al ángulo, la gloria pudo cambiar de manos.

Liga terminó, de todos modos, cargado de reconocimiento. Hay diversas menciones de honor, sería injusto no hacerlas. Comenzamos por el ya reconocido Pancho Cevallos, quien nos dejó sin aliento en el cabezazo que le tapó a Tévez. De haber sido gol, todos hubiésemos dicho que era inatajable. Ahí se ven los arqueros.

Seguimos por Damián Manso, inmenso. Compuso, acaso, una de las mejores exhibiciones de su vida en el partido más difícil de todos.

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Brillantísimo, habilísimo, guapo, inteligente. Siempre quiso la pelota, siempre supo aquietarla, administrarla, darle un destino acertado. Y con movimientos de lujo. Erigió un monumento a los miles de futbolistas argentinos diseminados por el mapamundi. Todos entregan ese plus a la hora de jugársela enteros. Además del Balón de Bronce, se llevó una prolongada y efusiva congratulación del suizo Joseph Blatter. Adherimos.

Jairo Campos, cada día más jugador. Firme, sin dejarse embaucar por los malabares de Cristiano Ronaldo. ¿No está en la Selección...? ¿En serio...?

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Lo mismo Diego Calderón. Una revelación. Tiene marca, fuerza, personalidad. ¿Nunca se puso la Tricolor...? Teléfono, Vizuete...

Bolaños no estuvo a la altura de Manso, caso contrario la historia tendría otro final. Eso no lo demerita en absoluto. Pinta para crack (todavía no lo es). Ahora debe crecer y confirmarlo.

Liga se plantó con lo que le conocemos: orden, personalidad, buen trato de pelota, granítica resistencia defensiva. Y nos enorgulleció a todos los sudamericanos. En el juego hipotético, imaginario, que todos los hinchas de fútbol nos hacemos frente a un partido, le habíamos apostado unas fichas a Liga. No todos nuestros ahorros, sí unos esperanzados boletos a las patas de un caballo ligero y noble oriundo del Ecuador. Y aún en la derrota, estamos felices de haberle apostado.

Volvemos a lamentar que se cierre el ciclo de Edgardo Bauza. Era el técnico ideal para un club que desarrolló un proceso perfecto. Ojalá los clubes guayaquileños copien algunas de las lecciones que dio Liga en manejo institucional y deportivo.

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El epílogo, si es brillante, debe escribirse con una victoria. No se dio. No obstante, hay muchas maneras de ganar. Congratulaciones, subcampeón del mundo.