La batalla de León Febres-Cordero Ribadeneyra por la vida terminó ayer, a las 16:30. Fue el político más controvertido y de peso de la centroderecha de los últimos 30 años.

Triunfador constante de elecciones que lo llevaron a ocupar durante los últimos 40 años las dignidades de Senador, miembro de la Cámara de Representantes, Presidente de la República, Alcalde de Guayaquil y Diputado por el Guayas, Febres-Cordero no pudo más con el enfisema y el cáncer pulmonar que lo mantuvieron postrado en una cama de la clínica Guayaquil, durante los últimos meses. Infructuoso fue el viaje que hizo en la primera semana de diciembre  a un hospital oncológico de Tampa, Florida.

El político ecuatoriano más controversial de las últimas décadas murió a los 77 años y su partida generó dolor en miles de seguidores. Muchos hicieron vigilias en la casa asistencial en los días recientes y anoche se agolparon a esperar la salida de sus restos hacia la Catedral.   Con su partida, termina una era política. 

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El político más influyente que lideró la centroderecha

El cigarro y la política, sus dos grandes aficiones, junto a su pasión por los caballos de paso, acompañaron a León Febres-Cordero Ribadeneyra hasta el final de sus días.

Con la primera –que fue la que finalmente afectó irreversiblemente su salud– llevaba más de 50 años, mucho antes de su salto a la palestra pública en 1966 como legislador en representación de los empresarios, aunque fue a partir de 1978, cuando se afilió al Partido Social Cristiano (PSC), que inició el camino que lo convirtió en el político más influyente y controvertido de los últimos 30 años.

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En representación de ese partido de centroderecha ocupó todos los cargos de elección popular posibles: desde legislador hasta Primer Mandatario y alcalde de Guayaquil.

Febres-Cordero decía que había elegido militar en esa tendencia porque su familia es de ancestros liberales: “La concepción liberal es una actitud frente a la vida más que una ideología; y frente a las posiciones contra el capital que cumple su responsabilidad social, frente al totalitarismo bárbaro del comunismo, e incluso del socialismo en determinados países del mundo, mi posición lógica era la que adopté”.

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Por su debilitado estado de salud, LFC se retiró de la actividad en enero del 2007 y pasó de actor a espectador.

El cáncer pulmonar  apagó su vida a los 77 años (nació el 9 de marzo de 1931), aunque a lo largo de su vida tuvo otras dolencias, como cáncer a la vejiga y a la próstata, y fue sometido a cinco cirugías del corazón, del ojo y la pierna derechos.

Guayaquil, su ciudad natal, centro de su trayectoria como empresario y político, donde concentró apoyo popular y fuertes rivalidades personales y partidistas se convirtió, como él deseó, en su morada final.

“Todo sacrificio en función del bien común, por la tierra donde uno nace y sabe que va a morir, vale la pena, bajo cualquier circunstancia”, fueron sus palabras al hablar de su gestión como alcalde de Guayaquil por ocho años –lo que más le enorgullecía por sus logros en el Cabildo y la urbe–, en su única biografía autorizada (publicada en abril del 2006), titulada “Madera de Guerrero”, escrita por David Wong, hijo de Gerardo Wong, uno de los mejores amigos del fallecido ex mandatario.

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Para sus coidearios y amigos, LFC era un hombre franco, de pensamiento ágil, persistente con sus objetivos y con un gran afán de servicio al país.

Sus detractores, en cambio, preferían llamarlo el “dueño del país” por su carácter dominante e intolerante, su estilo frontal y el control que como político llegó a ejercer sobre la justicia, entes públicos, círculos empresariales, el Congreso y gobiernos de turno.

En el libro Madera de Guerrero, LFC explica el origen de ese apelativo. En 1997 el magistrado Jorge Maldonado (cercano al PSC) durante una pugna entre el Congreso y la Corte Suprema, dijo que Febres-Cordero “(...) no solo que manda en las cortes, sino que es dueño del país”.

 “Esa fue una frase bienintencionada expresada por un buen amigo mío...
Expresión hecha sin ninguna connotación de no ser la de significar que yo tenía liderazgo. Esa expresión bienintencionada fue tomada por un sinvergüenza de Guayaquil que la usó políticamente (...)”,  dijo él refiriéndose a Carlos Solórzano Constantine, entonces presidente de la Corte Suprema.

El máximo líder socialcristiano se congratulaba de haber formado figuras como el alcalde de Guayaquil, Jaime Nebot; el ex diputado y ex candidato presidencial, Xavier Neira, y el prefecto del Guayas, Nicolás Lapentti, quienes en los últimos años han vivido la fragmentación y el ocaso del PSC, otrora fuerza política del país.

Con Nebot, quien se perfilaba como su sucesor natural dentro del partido y el liderazgo de la tendencia, estuvo distanciado por más de ocho años por discrepancias en el manejo del partido y del Municipio. Pero durante su convalecencia estrecharon lazos de amistad tras esporádicos encuentros en los que se trataban con cordialidad. “En lo humano yo le debo respeto, el que le debo a un amigo de toda la vida, a un hombre mayor”, manifestó el Alcalde sobre LFC, en julio pasado.

De su Gobierno (1984-1988) el propio Febres-Cordero, en el que fue su último comunicado público, el pasado 4 de diciembre –mientras estuvo hospitalizado en Tampa (Florida)–, recalcó que “fue el de mejor desempeño macroeconómico”. Así defendió su manejo de la deuda externa, luego del informe expuesto en noviembre por la Comisión de Auditoría del Crédito Público creada por el régimen de Rafael Correa.

De las denuncias que sobre él pesaban por supuestas violaciones a los derechos humanos durante su Presidencia por la represión a la subversión, salió al paso varias veces ante escasas pruebas que lo vincularan directamente. La Comisión de la Verdad –formada por el presidente Correa– que investiga estos casos y la muerte del banquero Nahim Isaías en manos del grupo Alfaro Vive Carajo, también en su Gobierno, no concluye aún su informe.

Febres-Cordero estuvo pendiente de la vida política nacional hasta el último momento de su vida. Mientras su salud se lo permitía, revisaba la prensa por las mañanas y aunque decía que noticias y ciertos medios le “elevaban la presión”, lo asimilaba en compañía de su fiel cigarro.