Oswaldo Araujo nunca olvidará las tres noches que durmió a la intemperie, cobijado solo por el cielo de Barcelona. Fue hace casi ocho años, llevaba apenas dos meses en España y no tenía papeles, trabajo, ni dinero. La Estación de Trenes de Sants fue su único refugio, pero provisional porque el lugar cerraba a medianoche y de ahí no quedaba nada más que la calle y el frío.