Devotos de Cuenca y de varias partes viajan diariamente al páramo motivados por la fe religiosa. Luis Ramón agradece que su hijo haya llegado bien a Nueva York. M.L.N. se siente dichoso (o dichosa) de haber recuperado su vehículo robado. Rosa expresa su gratitud porque la ha librado de una difícil enfermedad, a la vez que le pide a la Virgen Guardiana de la Fe que proteja a su familia.Un centenar de pequeñas placas de agradecimiento narra  historias de devoción y fe a través del cristal de cuatro vitrinas instaladas al ingreso de este santuario de la provincia del Azuay. El frío es intenso y la llovizna comienza a asomarse esta mañana de domingo. Pero eso no espanta a Julio Ávila, cuencano de 57 años que llegó con su esposa, hijo y madre para rezarle a la Virgen en este escenario elevado a unos 3.540 metros en el páramo, a 26 kilómetros de Cuenca. La fe de Ávila no nace en las apariciones atribuidas a la Virgen en esta misma área. “Particularmente no. Venimos porque es un sitio hermoso para  acercarnos a María, rezarle, pedirle salud, bienestar para la familia”, señala mientras se protege de la llovizna en un pequeño techado detrás de la imagen de un Cristo drásticamente flagelado. La imagen de María está a unos diez metros de distancia, enclavada en una gran roca y rodeada de rosas rojas y blancas. Édgar Matailo,  de 23 años, nativo de Gualaceo, tiene su momento de recogimiento frente a la imagen. Es la tercera vez que llega para agradecerle por haberlo sanado de un accidente que hace dos años le fracturó el cráneo. “Se lo pedí a la Virgen y ella me curó”, expresa con gratitud. Ellos llegan precisamente aquí por un hecho que ocurrió hace dos décadas: el 28 de agosto de 1988, la cuencana Patricia Talbot Borrero presuntamente tuvo una visión de la Virgen María. Un año después, indicó que recibió la orden de orar en la montaña, por lo que se dirigió hasta el sector de El Cajas. Desde entonces las supuestas apariciones ocurrieron los jueves y sábados para acoger mensajes que, según Talbot, pedían por el rezo del rosario, la conversión, la oración, la lectura de la Biblia, la obediencia a Dios, el servicio a los pobres y el ayuno. La última “aparición” fue en marzo de 1990, con cerca de 118 mil personas, según la página web de la Arquidiócesis de Cuenca.Hoy, dos décadas después, el cielo sigue esparciendo diminutas gotas de agua que cubren el páramo azuayo. Sin embargo, las familias y los amigos, guiados por la fe, siguen llegando a este escenario frío y hermoso para calentar sus almas abrigadas gratamente por la fe. Cómo llegar: Viajando desde Guayaquil, queda poco después de la garita de salida del Parque Nacional Cajas, 26 km antes de Cuenca.