Cuando un terremoto de magnitud 8 destruyó dos ciudades costeras y 37.000 viviendas en Perú, el presidente Alan García prometió una reconstrucción rápida que puliría la nueva imagen de dinamismo del país.

Un año después del sismo, las ciudades de Chincha y Pisco aún lucen como zonas de guerra bombardeadas, la popularidad de García está cayendo y el único político que ha robado varios corazones es el presidente venezolano, Hugo Chávez.

El mandatario venezolano, quien ha utilizado la riqueza petrolera de su país para expandir su influencia por la región, entregó a damnificados 100 casas nuevas, cada una de ellas con tres dormitorios y jardín, y nombró al vecindario Simón Bolívar, en honor al héroe y libertador latinoamericano.

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Con esa ayuda le da apoyo a su aliado Ollanta Humala, un ex candidato presidencial y nacionalista que espera convertirse en el próximo gobernante peruano en el 2011.

García, quien goza de la simpatía de inversionistas extranjeros, no puede postular a la reelección.

"Gracias a Dios y a Hugo Chávez tengo una casa", dijo Emma Euribe, de 50 años. Ella, junto a sus cuatros hijos, se mudó a su nueva vivienda hace dos meses y quedó maravillada al descubrir que venía totalmente amoblada.

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"Mire lo que Hugo Chávez, sin ser nuestro presidente, ha hecho por nosotros. La corrupción acá necesita parar porque nosotros somos seres humanos necesitados", añadió.

Después del terremoto, García tuvo la oportunidad de demostrar a los peruanos que su administración sería responsable y efectiva, así como de extender los beneficios del boom económico a los más pobres.

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Pero, "la reconstrucción ha sido frustrante. El Gobierno perdió la oportunidad de mostrar que podía hacer las cosas bien", dijo Alfredo Torres, de la encuestadora Ipsos Apoyo.

La ayuda destinada a Pisco encaja en un modelo chavista.

El mandatario venezolano ha enviado petróleo gratis al Caribe y fertilizante a Nicaragua, ha ayudado a Ecuador y Bolivia con inversiones en energía y comprado millones de dólares en bonos argentinos.

García ha tenido una relación en ocasiones hostil con Chávez, pero no podía rechazar ninguna ayuda internacional luego del devastador sismo.

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Abandonados

Mientras Chávez contribuye con viviendas amobladas, las víctimas del terremoto se sienten abandonadas por su propio Gobierno. Ellos dicen que los fondos fueron desviados, que no recibieron cheques de asistencia y que las donaciones de ropa fueron robadas de los almacenes y revendidas.

En Pisco, al menos 56 familias aún viven en carpas y la señal más visible de acción del Estado son unas pequeñas cabañas de un dormitorio hechas de madera.

Los residentes acusan al alcalde de hacer trampas para que parezca que Pisco ha progresado antes de que la prensa acuda al lugar el viernes, día en que se cumple un año del terremoto. La semana pasada, trabajadores construían paredes para maquillar los lotes vacíos.

"Le están tapando a Pisco para decir que han hecho algo", dijo César Cordero, cuya panadería se desmoronó el día del sismo y tuvo que reconstruirla a base de esteras.

El Gobierno asegura que ha invertido 1.230 millones de soles (unos 400 millones de dólares) en responder al terremoto, incluyendo labores de emergencia y la rehabilitación de caminos, energía y alcantarillado.

García afirma que jamás se ha destinado dicha cantidad de dinero a una reconstrucción en el país sísmico.

"Hemos hecho todo lo posible. Las cifras están ahí para que las investigue cualquiera", dijo García a periodistas el viernes pasado.

Los residentes de Pisco afirman que el crimen está en aumento y la comisaría aún no ha sido reconstruida. Los policías tienen que rentar cuartos en casas privadas.

Cerca de la plaza principal de Pisco, donde unas 150 personas murieron cuando una iglesia colapsó, el cuerpo de Raquel Parodi descansa en una pobre tumba ubicada en un terreno vacío, cubierta por una cruz artesanal.

A pocas cuadras, en el cementerio, los esqueletos que quedaron fuera de los féretros de mármol cuando la ciudad tembló aún están expuestos.

Con su casa destruida, Berta de la Cruz Espinoza, de 58 años, vive ahora con cinco familiares en un pequeño cuarto.

Ella dice que García, cuya aprobación está en un 26 por ciento, debió haber hecho más y espera que la próxima elección culmine en la victoria de Ollanta Humala, quien es popular entre los pobres y temido por inversionistas.

"Francamente, ya no nos queda mucha fe, pero esperemos que Ollanta Humala pueda hacer más por nosotros", afirmó.