Según los grupos que se atribuyeron la autoría, se intentó reivindicar la libertad de expresión. 

Quito amaneció ayer muy frío, con el cielo nublado, gris. Los pocos autos y buses que circulaban durante las primeras horas de claridad completaban un panorama callejero de compradores de periódicos en pijama y atletas y ciclistas en pleno calentamiento.

Todo se veía normal. Un poco de basura en el centro por los festejos de la Velada Libertadora, del sábado por la noche. Nada más. Todo parecía normal. Menos las estatuas.

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En la plaza Indoamérica de la Universidad central -donde los liguistas suelen meterse a la pileta cuando quedan campeones- los bustos de Rumiñahui y otros héroes indígenas -la mayoría ya sin la placa de su nombre- amanecieron con los ojos vendados y la boca tapada con esparadrapo.

Lo mismo sucedió en la Plaza de los Presidentes, ubicadas en la zona de la Mariscal, en plena avenida Amazonas, con los bustos de José María Velasco Ibarra, Eloy Alfaro Delgado, Vicente Rocafuerte y Gabriel García Moreno.

A las 10:30, la tela negra que cubría los ojos de algunas estatuas había resbalado hasta el cuello. Parecía una bufanda de luto. Pero el parche en la boca seguía. A esa hora ningún guardia privado de la Universidad Central ni de la Mariscal podía dar una explicación. Recién se daban cuenta que, durante la noche, algo había cambiado.

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Desde algún lugar, a través de una llamada telefónica a este Diario, una joven asumió la autoría del hecho.

Dijo que se trata de  una señal simbólica de los grupos denominados “Conciencia de Jóvenes” y “Jóvenes por la Expresión”. Ambos así rechazaban cualquier restricción a la libertad de expresión.

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No dio más detalles ni precisó, por ejemplo, a quién habían dirigido su mensaje. Solo  aseguró que habían vendado a unas 30 estatuas a lo largo de toda la ciudad. Al norte, por la plaza de toros y frente al Tribunal Supremo Electoral; al sur, por Chillogallo, la Villaflora...

En un recorrido por esos sectores se pudo confirmar la versión de la muchacha.

Jorge Arias, comandante (e) de Policía del Distrito Metropolitano de Quito, aseveró ayer por la tarde que no conocía nada de las estatuas vendadas y aseguró que iba a pedir los partes policiales de los patrulleros que vigilaron la ciudad durante la madrugada.

Antes de colgar, la joven aclaró que no quiere que su nombre sea publicado y se despidió festejando el anonimato. Advirtió que este no será el único acto simbólico. “Habrá más, pero serán una sorpresa”.

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Más datos
SORPRESA

Desconcierto
En los monumentos ubicados en el estadio olímpico  los aficionados que acudieron a ver el fútbol primero veían con desconcierto el parche en la boca del busto del líder indígena Atahualpa. Luego comentaban e intentaban descifrar su significado.

Guardias
En el sector de la  Universidad Central, los guardias no pudieron explicar cómo alguien pudo tapar la boca y vendar los ojos a las estatuas de la Plaza Indoamérica sin que ellos se den cuenta. Le restaron importancia.