El mundo se ha ampliado y el tiempo se ha acortado. Un viaje que antes podía haber tomado varias horas o talvez días para visitar la sucursal de una corporación, hoy hasta puede resultar innecesario por la comunicación veloz a través de e-mail, el videoconferencia, el teléfono móvil y la revolucionaria internet…

Detengámonos a reflexionar sobre el resultado que hasta ahora tenemos, sin poder todavía discurrir acerca de las consecuencias de la reducción del tiempo para realizarlas; sin considerar la tecnología espacial que se desarrolla para uso humano. Acaba de publicarse la noticia de que hay vestigios de la existencia de agua en Marte; con solo pensar en esta posible realidad, el mundo podría configurarse de otra manera, imprevisible por ahora.

Con todo este cambio revolucionario la economía del futuro será diferente, y la mentalidad de los economistas ya está saludada por las nuevas políticas económicas que hay que aprender  para administrar empresas.

No es que todo lo aprendido quedaría obsoleto de la noche a la mañana; es que de lo aprendido habrá mucho que desaprender para administrar las empresas. Basada en las nuevas tecnologías, los antiguos y repetitivos procesos de comercio, manufactura, transporte, ingeniería, información, etcétera, estarán sujetos al cambio por revolución, innovación o amenazas.

El panorama político del país es incierto, y muchos piensan que ante la incertidumbre  no se puede o no se debe planificar, lo cual vendría a equivaler que en momento de tempestad el comandante de la nave la abandone y que esta quede sin dirección. Es, más vale, el momento de entrega de toda su experiencia para que la nave no zozobre.

Se dice que en el país estamos viviendo un tiempo de cambio. El cambio es puramente político y dirigido al buen tuntún. El que saca la cabeza muere. El desarrollo económico está desatendido. Quizás se está confundiendo desarrollo económico con supervivencia, y esta confusión es gravísima en economía.

Lo más serio de la situación actual está en que el deterioro económico puede ser y es instantáneo; mientras que la recuperación toma tiempo y se la puede enderezar a largo plazo, quizás en la generación siguiente “cuando todos estemos muertos”, como dijo el economista Keynes.

Las variables que son los termómetros del desempeño están en duda, si hasta el Presidente demostró su desconfianza y decidió traer a un “experto” argentino  que audite la metodología ecuatoriana para obtener las cifras.

De otra parte la empresa privada, principalmente la de Guayaquil, se siente perseguida porque aprovechando el dominio que se ejerce sobre ciertas instituciones se desmantelan empresas y se da al traste con inversiones sin tener en cuenta el desempleo consiguiente y la destrucción económica y social que la actitud causa.

En el quehacer político la instantaneidad demanda mucho pensamiento estratégico; el terreno no siempre es generoso para producir dos hojas donde antes solía nacer una…