Una vieja y rústica carreta halada por un burro y un aro metálico de llanta que usa como campana, la cual hace sonar a las 07:00 en la esquina de Francisco Robles y la E para anunciar su llegada. Esas son las herramientas de trabajo de Rosendo Robles Campoverde, de 52 años, quien aún mantiene viva la escena del carbonero del Guayaquil antiguo.