Ese comentario del ex presidente de la Asamblea está de más. Él sabe  que no es la prensa la que provocó su ruptura con Rafael Correa sino que existen  profundas discrepancias entre los dos. Pero no se atreve todavía a reconocerlo. Sigue dándole vueltas al asunto y  culpa a otros por razones de táctica política.

Antes déjenme decir que en muchísimas de esas diferencias he coincidido con Correa. Me parece absurda, por ejemplo, la terca oposición de Acosta al oleoducto de crudos pesados que se construyó años atrás, a la minería en gran escala o a la explotación petrolera.
Pero hay un aspecto muchísimo más importante en el que en cambio adhiero con Acosta. Me refiero a que el Primer Mandatario quiere convertirse en un nuevo capataz de hacienda para gritarles  “majaderas”, “gorditas horrorosas”, “idiotas como tú” o “bestias salvajes” a quien le dé la gana, y su antiguo amigo por lo visto se resiste a acompañarlo, quizás  porque experimentó –a diferencia de Correa– el irrespeto y la prepotencia en carne propia.

Pero los seres humanos somos así; por muy honestos que seamos, a veces nos falta la fortaleza suficiente para defender nuestras convicciones. Y caemos en contradicciones, como esta  de Acosta de decir que tiene 1.001 razones para votar por el Sí en el referéndum, y a renglón seguido citar a un amigo que le escribió diciendo “Quienes respetan las imposiciones serán sometidos toda la vida”.

 No entendí nada. ¿Acosta tiene entonces 1.001 razones para que lo sometan toda la vida?

Mi conclusión es que el ex Presidente de la Asamblea  está conminado a decir en las próximas horas y con todas las letras lo que ya todos sabemos, que siempre existieron diferencias irreconciliables con la mayoría de Alianza PAIS, y de manera particular con Correa. Y debe decir cuáles son.

En primer lugar, porque ya se le adelantó el  Presidente de la República, que en su programa de radio de ayer proclamó que hay veinte “infiltrados” en el bloque de asambleístas de Alianza PAIS, que tienen su propia agenda, y que después del referéndum dará sus nombres. (Porque antes, claro, no conviene para ganar votos).

Así que hoy y mañana serán días clave para Acosta. Puede optar por el  silencio, resignado a conseguir solo lo que le pueda quitar con  trampas a Alexis Mera en el juego de las macatetas, o decirle  al país la verdad.

Nos amenaza el peligro totalitario. Acosta lo sabe y se opone. Quizás la historia lo recuerde como un hombre que nos demostró  que sí puede existir una  izquierda que crea en el cambio pero no en el totalitarismo.

Lo malo es  que también podrían recordarlo las futuras generaciones por haber cometido el peor error   político: mentirse a uno mismo.
Así no se llega muy lejos.