Una de ellas, el histórico triunfo de Liga de Quito, en penales, en el estadio Maracaná repleto hasta las banderas, frente al Fluminense, para ganar por primera vez para Ecuador, la Copa Libertadores de América.

La otra, el fabuloso rescate de Íngrid Betancourt y otros secuestrados por las  FARC, a cargo del ejército colombiano.

Ustedes dirán, ¿qué tienen que ver estas noticias con el título de este artículo de opinión?

Antes que nada, soy consciente de que lo que a continuación voy a decir, seguramente no será muy “popular”; afortunadamente y gracias a Dios, yo no pienso ni actúo a base de las encuestas de ya sabemos quién.

Les explico:

Liga acaba de ganar para Ecuador por primera vez la Copa Libertadores de América; eso la convierte en el equipo de fútbol profesional más exitoso de la historia del  fútbol ecuatoriano, aunque le duela a mis amigos de otros equipos (ya explicaré por qué).

Liga ganó, fundamentalmente por la dirigencia; dedicada a tiempo completo al equipo; administrándolo como una verdadera institución, en lo deportivo, económico y comercial; sin cálculo electorero, ni buscando coimas o tajadas a costa del perjuicio de la institución.

Y ante la inminente hazaña de Liga, el sentimiento de muchos  que yo conozco, era de envidia e impotencia al punto de hinchar con fuerzas por… el Fluminense.

Porque con el triunfo de Liga ya no tienen importancia los casi; la historia recuerda solo a los ganadores.

Idéntico caso el rescate exitoso de Íngrid Betancourt.

En esta columna he evitado siempre pronunciarme sobre el conflicto armado que desangra desde hace medio siglo a Colombia.

No porque no tenga claridad en el tema, sino por respeto; sí, respeto a la soberanía de esa nación; esa palabra que ciertos ardientes revolucionarios del siglo XXI no conocen o manipulan (como casi todo) según sus conveniencias electoreras.

Entonces, ante la incuestionable y perfecta (como la misma Íngrid lo ha calificado) operación de Inteligencia del gobierno de Álvaro Uribe, aparecen voces oficiales para no quedarse al margen de la celebración (aunque sea de los dientes para afuera).

El uno, como tratándose de subirse al carro de la victoria, felicitando a casi todos los gobiernos del mundo (solo faltó autofelicitarse) al parecer como para quitarle importancia al rol de Uribe. ¿Acaso Chávez o Larrea tuvieron alguna intervención en este operativo? ¿No eran ellos los que en reiteradas ocasiones dizque intentaron (me quedan serias dudas) gestionar una liberación a espaldas del Gobierno colombiano, irrespetando la soberanía de esa nación?

¿Casi… la liberan?  Uribe la rescató; ¿será que por eso duele?

Y el otro, dice alegrarse del rescate pero lamenta que no haya sido dentro de un proceso de paz… ¿Cuántos meses más tenía que pasar en la selva Íngrid para que nuestro Ministro se sintiere plenamente satisfecho?

¿Pensaría lo mismo si se tratara de algún familiar cercano?

Dios nos libre a todos de una tragedia de esa naturaleza.

Es urgente que los ecuatorianos reflexionemos sobre cómo encontrar valores comunes que fortalezcan nuestra identidad y nos permitan crecer y progresar como sociedad, para elegir correctamente a nuestros gobernantes y sentirnos orgullosos de lo que estos dicen o hacen a nombre nuestro. Hasta tanto, ¡bien vale ponernos una bolsa de papel en la cabeza!