No creemos necesario abundar en más argumentos de los ya expuestos y críticas a las ya hechas frente a la última decisión de la Unión Europea sobre la así llamada “inmigración ilegal” y su intención de que regresen a nuestros países el mayor número posible de los nacionales que por razones económicas se han visto forzados a emigrar.
Lo que sí llama la atención es que sea nuestro Presidente quien más alce el tono de voz de protesta contra este plan de retorno, cuando él mismo ha hecho del regreso de los emigrantes ecuatorianos una de sus tesis más acariciadas. Probablemente ha sido el único presidente de la región que inclusive ha mencionado semejante plan a los jefes de Estado europeos en sus ya numerosas visitas al Viejo Continente.
¿Cómo creen que reaccionan las cancillerías europeas cuando un presidente latinoamericano les anuncia que tiene un plan para que los emigrantes de su país regresen? ¿No se calculó acaso que estas declaraciones, por muy líricas que sean, podrían allanar el camino para lo que acaba de suceder? ¿No se pensó que en Europa este tipo de posiciones son registradas y analizadas?
Y es que la propuesta no solamente quedó en palabras, hasta se habló de un plan, de la aprobación de leyes, de estímulos económicos, y se envió inclusive emisarios a promover el “plan retorno”. Se les dijo a los emigrantes que con el Socialismo del Siglo XXI acá hasta sobrarían plazas de empleo, prosperidad y abundancia.
Si todo esto se anunció, ahora lo máximo que le queda al Gobierno es proponerle a la Unión Europea un procedimiento de coordinación entre las dos políticas, la nuestra y la de ellos, para que este retorno sea ordenado y con el menor trauma posible.
Pero exhibir malestar por la decisión carece de sentido. Ya verán los diplomáticos europeos la forma de hacerle llegar a Carondelet su “sorpresa” por esta postura de confrontación frente a su decisión, pues, ella, dirán, no hace sino coincidir, en el fondo, con la que surgió de Quito.
Este es otro ejemplo de las imprevistas consecuencias que pueden venir cuando se habla mucho, en desorden e impulsivamente sobre asuntos que tienen ingredientes internacionales, un campo donde la prudencia es el mejor faro.
No estamos ni de lejos sugiriendo que la represiva decisión de la Unión Europea fue adoptada gracias a nuestra declarada política de “retorno” de los emigrantes. Pero sí que nos ha restado peso para protestar por ella y que les hemos regalado a los europeos un buen argumento.
Después de todo, ellos, como muchos ecuatorianos, saben que este afanoso devaneo por los emigrantes tiene un móvil eminentemente electoral, y que ya se concretó en un bloque de asambleístas del exterior que es obsecuente al régimen.
Como se sabe, uno de los legados de la sepultada partidocracia, y que su heredero universal no lo ha repudiado, fue reducir la política a elecciones, votos, propaganda y encuestas. Bueno allí está una de las consecuencias de tanta irresponsabilidad y palabrería.






