¿Qué hecho trascendental animó a Hugo Chávez para que cambie de opinión tan rápidamente y termine señalando que la lucha guerrillera de las FARC está fuera de orden, que la guerra de guerrillas pasó a la historia y que la organización subversiva colombiana se ha convertido más bien en una excusa de otros para amenazar a estos países? ¿Cómo entender esas palabras en boca de un mandatario que hace unas semanas señalaba que compartía el proyecto revolucionario bolivariano anhelado por las FARC, exhortando al mismo tiempo a que sean calificadas como fuerzas beligerantes?

Podría entenderse que Chávez finalmente entró en razón y que dijo lo que cualquier gobernante sensato hubiese expresado hace mucho tiempo. Quienes creen en Chávez dicen que ahora que puso a las FARC en su lugar, no hay razones para dudar de los motivos de su cambio de opinión.
Sin embargo, no es posible olvidar que el comportamiento del presidente venezolano obedece a tal grado de oportunismo político, que su repentina petición a las FARC deja inevitablemente razones, al menos, para la curiosidad. Por eso es que hay quienes sostienen que la verdadera razón de la nueva versión chavista frente a las FARC se debe al profundo recelo que tiene Chávez respecto de las repercusiones que pudiesen traer las famosas computadoras encontradas en el campamento de Raúl Reyes.

En efecto, se dice que Chávez no descarta la posibilidad de que a base de la información de tales computadoras, Venezuela sea incorporada en la lista de países que apoyan el terrorismo (States Sponsors Of Terrorism), lista que incluye en este momento a Cuba, Irán, Corea del Norte, Sudán y Siria; de hecho ya hay miembros del Congreso de los Estados Unidos que han elevado una solicitud en dicho sentido. Pero, ¿cuál es el riesgo de que un país caiga en dicha lista? Existen varios tipos de sanciones que van desde el cese de la ayuda estadounidense, restricciones para la compra de armas, limitaciones a determinadas exportaciones, sanciones financieras y otro tipo de acciones que incluye la posibilidad de penalizar la conducta de determinados gobernantes. Esa sería la razón principal que anima a Chávez a alejarse de la relación con las FARC.

Hay otros que no creen aquello y que más bien aducen que lo que se está preparando es un montaje para una inminente liberación de rehenes, especialmente de la más famosa cautiva de las FARC, es decir Íngrid Betancourt. Bajo esa lectura, se especula que tras la petición de Chávez, el movimiento subversivo colombiano efectivamente realizaría determinados gestos de moderación, con lo que se estaría armando un escenario de enormes repercusiones mediáticas: ¿pueden imaginarse ustedes los “bonos” que ganaría Chávez o cualquier otro presidente si Íngrid Betancourt es efectivamente liberada, naturalmente dependiendo del lugar donde se efectúe la liberación y quienes se proclamen como gestores de la misma? Entendiendo esa situación, no nos sorprendamos que Chávez aparezca ahora repudiando a las FARC, abrazando a Uribe, para terminar imponiendo una medalla post mórtem a Raúl Reyes.