“En Italia ninguna ragazza (joven) de 20 a 30 años quiere trabajar en labores domésticas y menos asistir a un anciano enfermo, por eso es que estamos invadidos de inmigrantes”,  expresa Maura Rossini, genovesa de 72 años y “patrona” de Lupe, una badante (empleada) guayaquileña que trabaja con ella a tiempo completo.