Miriam Rojas Gutiérrez, experta en comunicación organizacional y programadora neurolingüística, dice que las personas que saben escuchar es porque esa habilidad la aprendieron cuando eran niños y fueron sus padres quienes les dieron ese ejemplo al escucharlos, por más fastidioso que les hubiere resultado el mensaje.También aprendieron a escuchar en la escuela, cuando  los maestros les permitieron dialogar con sus compañeros en clase para analizarla e incluso cuando los profesores organizaban los grupos estudiantiles para este fin captando de manera espontánea el interés, sin callarlos, siendo parte de la charla. En cambio, quienes no escuchan lo hacen porque como a  todo ser humano les domina el ego falso, en unos más y en otros menos. Es decir, la vanidad, sobre todo, intelectual, que subestima el pensamiento de los demás. Pero cuando este tipo de individuos experimentan otro círculo, donde no son escuchados, sienten dolor y con ello posiblemente comprenden lo que significa no escuchar a los demás.También hay gente que no escucha porque no le interesa o no tiene la suficiente sensibilidad, tolerancia y paciencia para entender que todas las personas comprenden las cosas y las dicen de manera diferente.“La verdad es que los seres humanos escuchan solo lo que les interesa y eso es natural. Pero de vez en cuando debemos doblegar el ego y escuchar a los demás al menos por curiosidad, porque siempre se aprende algo, aunque sea una tontería. Y el reto en cada comunicación es obligarse a sí mismo a tener curiosidad por entender  por qué las personas tienen esa opinión”, menciona Rojas. También hay quienes no escuchan, manifiesta el psicólogo clínico Tomás Empuño, cuando están hablando de un tema que los haga sentirse amenazados en cuanto a sus creencias, y el reaccionar así es un mecanismo de defensa.Según Glenda Pinto, hay algunas condiciones que se deben tener presente para aprender a escuchar y son: Sea paciente: Escuche el mensaje sin interrumpir, procurando entender lo que se le dice, eso posibilita al conversador escoger con cuidado sus palabras, ideas y planteamientos.  u Humildad: No pretenda saber todas las respuestas. Escuchar también implica aprender a identificarse con su interlocutor. Ponga atención sincera al contenido: Muestre una actitud corporal de interés y calidad de atención, haciendo las preguntas necesarias. Eso le da la oportunidad a quien nos habla de acercarse, de desahogarse y de crear o ampliar un vínculo franco y verdadero. Actitud mental positiva: Prepárese a encontrar el lado positivo a las cosas, eso lo convertirá en un oyente muy interesante y de  respeto. Muestre respeto a su interlocutor: El respeto por las ideas o intereses de los demás es vital para mantener una conversación fluida y conseguir la información necesaria para comprender el contenido, los prejuicios o ideas preconcebidas distorsionan la información. El respeto hace sentir valiosa a la persona, aumentando su autoestima e incentivo hacia la comunicación. Tenga un buen sentido común: Es importante tener claro si su interlocutor le ha pedido o no algún consejo. Emitir criterios u opiniones a quien no lo ha solicitado no solo es rechazado sino que puede ser tomado como una actitud invasiva o desconsiderada a su privacidad. Muchas veces su interlocutor solo querrá ser escuchado. Recuerde que cada situación es distinta y requiere que se analice el contexto para estar seguro de lo que él requiere de usted. Muestre habilidades empáticas: La escucha empática propone ponerse en el lugar de la otra persona. Intente ver la realidad desde el marco de referencia de esta y evite teñir toda la comunicación con sus propias apreciaciones y preconceptos. Sea buen oyente: Busque una postura cómoda para escuchar (mantenga un control visual) y utilice un lenguaje corporal. Emplee habilidades para confirmar que está atendiendo al otro (use preguntas o afirmaciones para obtener mayor información). Resuma los puntos clave de la conversación de la otra persona.