Alguien dijo que nada se ha inventado. Lo importante es encontrar los caminos adecuados para seguir adelante. Cuando los alemanes incursionaban en el cine en los años 20 su aporte fue sorprendente. Películas silentes como El Gabinete del Dr. Caligari (1919) y luego Metrópolis (1925) visionaron realidades expresionistas de la actualidad y del futuro en tiempos muy turbios, posteriores a la Primera Guerra Mundial. Fritz Lang, uno de los maestros de entonces –y director de Metrópolis– creó después su inolvidable M, el Vampiro de Dusseldorf (1931), sobre un asesino de niños que aterroriza a toda una comunidad. Lang creó ambientes y climas emotivos ligados a una fotografía que proyectaba los patéticos infiernos personales de su protagonista.