Entre el 25 y el 26 de junio de 1877, hace 127 años, las regiones aledañas al volcán Cotopaxi vivieron la última erupción del nevado.

En aquella ocasión, seis meses antes del 25 de junio, ya se registraron muestras claras de lo que luego provocaría la erupción. En abril se observó un inicio de explosión con incandescencia en el cráter y un poco de ceniza.

Pero, la explosión más importante se produjo el 25 después del mediodía. En la tarde, grandes columnas de ceniza se hicieron visibles y al día siguiente los pobladores evacuaron las zonas de peligro en medio de una columna de ceniza de 8 kilómetros de altura.

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Los sitios afectados fueron Latacunga, el Valle de los Chillos y las regiones occidental y noroccidental del volcán. Horas después, la ceniza llegó a Quito y ensombreció la tarde; mientras que entre el 27 y 28 de junio la ceniza alcanzó a Manta y a Guayaquil.

Después de 127 años, el gigante mantiene un comportamiento estable y normal, con periodos alternos altos y bajos, aunque con importantes cambios en la actividad sísmica desde el 24 de noviembre del 2001, según datos del Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional (IG).

En las dos últimas décadas, la actividad estuvo caracterizada por sismos de largo periodo y volcano tectónicos, señaló Álex García, técnico del IG, encargado de seguir a diario el comportamiento del Cotopaxi.

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Volcán activo
Estos cambios que no se observaron en los últimos veinte años de control permanente “dan el campanazo de alerta que nos recordó que el Cotopaxi es un volcán activo”, aclaró García.

Desde entonces hasta la actualidad, el comportamiento ha sido muy  irregular, con periodos de bastante actividad y otros de mucha calma, lo cual, afirmó García, refleja un comportamiento normal, “que de todas formas es ligeramente superior al de las últimas décadas”.