Representa a Guayas. Próxima a cumplir 20 años, esta joven estudia psicología y le agradan los niños.

Tal vez muy pocos recuerden en María Luisa Barrios a aquella chica de impactantes ojos verdes y cabellera rubia que firmaba autógrafos y regalaba sonrisas y besos a decenas de niños y niñas que acudían a verla en los centros comerciales Riocentro o en sus visitas a hospitales de atención a menores con cáncer.

Era la chica Barbie, vestida de cascanueces o de princesa, que en las navidades del 2001 y 2002 se sentaba en una silla que estaba sobre una plataforma rosada y a la que acudían los chicos para tomarse fotos y hablar con ella.

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Aquel personaje con el que jugaba en su infancia, ahora lo representaba en carne y hueso, gracias al interés que mostraron los directivos de una agencia de publicidad al verla en un desfile y proponerle que fuera la chica Barbie.

Esa experiencia le valió mucho, recalca esta guapa guayaquileña que el próximo 30 de marzo cumplirá 20 años. “Me di cuenta que ayudaba mucho a los niños que estaban en los hospitales; para ellos, la visita de un personaje infantil como Barbie era muy importante”, recuerda.

Esta joven –a quien su padre Fernando Barrios leía cuentos de personajes ficticios, pero que siempre tenían un mensaje sobre valores humanos– aprendió entonces que hay otras formas de ayudar a las personas.

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María Luisa no ha sido de muchos reinados en su etapa de colegio. Sí se decidió por el modelaje a los 14 años, para aprender a desenvolverse en público y caminar mejor.

Se define como una mujer analítica y asegura que con solo conversar un poco con la persona ya puede establecer ciertas características de ella. Por ese motivo se decidió por la psicología como carrera. Escogió la rama de organizacional, en la Universidad de Especialidades Espíritu Santo, porque sostiene que le da la posibilidad de tratar a más personas y de no estar sentada “detrás de un escritorio oyendo a una sola”.

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“No aguantaría estar en un consultorio en espera de que vengan clientes”, recalca.

María Luisa es activa y no soporta estar tranquila en un solo sitio. “Puedo estar conversando con alguien, pero muevo las manos, los pies, me cojo el cabello o necesito tener algo”, manifiesta.

Si está sentada oyendo una conferencia, “de ley tengo que preguntar algo porque no puedo aguantar el estar callada”.

En su etapa colegial practicó básquet, atletismo y era una acérrima defensora de sus compañeros “cuando me daba cuenta que había una injusticia contra ellos”.

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Su vinculación al concurso se debió por pedido de unas amigas que sabían que podría representar bien a la provincia en este evento.

Se inscribió, realizó las pruebas y   las aprobó, ahora es una de las aspirantes a la corona de Miss Ecuador.

“Siempre anhelé ser parte de un concurso como este y ganarlo”, añade. Para ella, estar ahí constituyó un reto debido a que “tienes que cumplir ciertos horarios, ser más disciplinada y cuando debes estar quieta, tienes que estarlo”, manifiesta entre risas, en alusión a lo activa que es.

Por eso no duda que si fuera Miss Ecuador se la pasaría viajando por todo el país y conocería sitios que aún le faltan como Galápagos y el Oriente. “Hace poco (el mes pasado) se presentó la posibilidad de ir a esa región (Amazonia), pero por el clima y el mal tiempo fue imposible llegar; pude conocer Baños, adonde no había ido”, dice.

Destaca que el Miss Ecuador le ofrece la oportunidad de relacionarse y de ser más conocida. “Ahora la gente te ve y te reconoce, nos dicen ‘allá van las candidatas’ y uno tiene que saludarlos y compartir con ellos, eso me agrada”.