El "Hospital San Juan de Dios", fundado en Quito en 1565 y cerrado en 1974, se perpetúa en un libro del médico Eduardo Luna Yepes que se ha propuesto mantener viva la memoria de la cuna de la medicina ecuatoriana.
 
"El Hospital de la Santa Misericordia de Nuestro Señor Jesucristo de Real Patrocinio" es el título del libro que, además, supone el nombre que el rey español Felipe II dio a esa casa cuando la mandaba a construir sólo 31 años después de la fundación de Quito en 1534.
 
En 220 páginas, Luna Yepes escudriña por los antecedentes de la fundación del hospital, siguiendo por su funcionamiento durante la conquista española, las primeras cátedras de medicina, las cofradías y órdenes religiosas que tenían a su cuidado la salud y las carencias médicas de la época.
 
Lleno de fotografías históricas y actuales, el libro también recuerda que el hospital fue un centro que en los 409 años en los que funcionó vio pasar por sus pasillos y habitaciones a 162 promociones de jóvenes médicos que se convertirían en su mayor legado.
 
Enclavado en el centro colonial de Quito, declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco, el edificio del "San Juan de Dios" es ahora el "Museo de la Ciudad", reconstruido y dedicado al arte y la cultura, aunque una pequeña área también se ha dedicado a recordar el legado médico que brindó en sus más de cuatro siglos de operación.
 
La memoria médica de Ecuador se nutre del estudio del hospital, afirmó a EFE Luna Yepes.
 
Recordó que en ese edificio el precursor de la independencia de Quito, el indígena Luis Chusig -que tuvo que cambiar de nombre (Eugenio Espejo) y hacerse de un título de nobleza para estudiar medicina- descubrió, según dijo, mucho antes que Pasteur, que muchas enfermedades eran causadas por "animáculos" microscópicos que se introducían en los cuerpos de las personas.
 
También de Pedro Leiva, aquel médico que en el "San Juan de Dios" desvelara el secreto de la corteza del árbol de quina para la cura de la malaria.
 
En su cuatro siglos atendieron en su interior "yerbateros", chamanes, curanderos, médicos, baberos, sangradores, monjas de la caridad, barchilones, tecnólogos, asistentes sociales y frailes.
 
No sólo fue hospital, sino también hospicio, maternidad, pediátrico, asilo de personas con enfermedades venéreas y dermatológicas, entre otros.
 
Felipe II ordenó que el "San Juan de Dios" atendiera a los "naturales" de la tierra conquistada, pero también a los hijos de España y, sobre todo, al ejército que cuidaba su colonia, para lo cual el hospital, en una superficie de más de dos hectáreas, dispondría de áreas específicas para cada sector de pacientes.
 
"Es un hospital emblemático" para la medicina ecuatoriana y es, quizá, el que más tiempo funcionó desde su construcción en toda América Latina, señala Luna Yepes al afirmar que el "San Juan de Dios ha sido el más antiguo en servicio".
 
Añadió que el hospital de la Misericordia también representa el sincretismo que se ha fraguado a lo largo de la historia entre la medicina ancestral de los indígenas ecuatorianos, conocedores de curaciones naturales y míticas, y la ciencia desarrollada en Europa.
 
Comenta, por ejemplo, que los indígenas barberos eran también "sacamuelas y hasta cirujanos", otros que "hacían sangrías" o sangrados, bajo la mirada de los religiosos que también apoyaban las curaciones con el rosario y la Biblia.
 
En 1693 el "San Juan de Dios" creo la cátedra de medicina, por iniciativa de la orden dominicana que siguió el legado dejado desde 1606 por los frailes betlemitas.
 
Luna Yepes no quiere que los ecuatorianos, y especialmente sus colegas y los estudiantes de medicina, pierdan la memoria del hospital de la Misericordia.
 
"Uno ama lo que conoce" y un médico debe amar la historia de su ciencia, afirma el doctor que a sus ochenta años y retirado de la práctica, presentará su libro el 12 de febrero en el sitio mismo de su historia, el hospital "San Juan de Dios".