Jaime Nebot ha planteado la creación de un seguro social municipal. Si durante años la crisis del Instituto de Seguridad Social ha sido sistemáticamente soslayada y rechazados los intentos por privatizar algunos de sus servicios, la propuesta de Nebot da un rodeo a las privatizaciones y propone un cambio al interior del Estado.

Existirán muchos aspectos técnicos que aclarar en la propuesta. Ya han comenzado a manifestarse. Desde aquellos que siembran sospechas hasta los que desenvuelven una infinidad de obstáculos para conservar el centralismo del IESS. No intento abordar esas dificultades técnicas que deberán ser despejadas. Hay un contenido político fundamental que rescatar: las autonomías.

Algunos hechos han ocurrido, que nos han devuelto de bruces al tema de las diferencias regionales y que nos hablan de que en nuestro país los procesos se sustentan en hechos consumados más que en programaciones bien pensadas, en municipios que desde afuera presionan la vieja estructura estatal.

El tema regional lo han manejado las fuerzas políticas a lo largo de la historia del modo más burdo: simplemente negándolo o satanizándolo, buscando un inútil equilibrio de representación sustentado en el llamado péndulo electoral o en la fórmula vacía de sentido de constituir binomios presidenciales entre Sierra y Costa. Aquello ha perdido sentido. Y la ceguera política no ha alcanzado a reconocer que, en un país sin proyecto nacional, talvez el único posible puede construirse en torno al federalismo. Un federalismo que es la inquietud que alimenta la propuesta de una seguridad social municipal.

Mientras tanto, los afanes de descentralización están archivados. Todo lo que se ha hecho no ha superado el nivel de la desconcentración de alguna cosa. Pero un plan de descentralización no existe. Menos aún en este gobierno que camina a pasos forzados a un centralismo autoritario. Quizás la respuesta en una nación que no cuaja, que no existe más que en la retórica patria, es el asumir su imposibilidad de integración y buscar, antes que el asunto nos asfixie, un federalismo y un sistema autonómico que recoja algunos principios básicos de equidad y redistribución de la riqueza geográfica y social (contenidos en el espíritu de un seguro social solidario). Insisto. Este es quizá el único proyecto nacional posible.

Y si el pronunciamiento en favor de las autonomías votado ya hace algún tiempo no recibió la menor atención del Parlamento y de los gobiernos que se han sucedido, un hecho concreto, sorpresivo, como la propuesta de un seguro social municipal, puede estar pensado en ese sentido: ir construyendo, a través de hechos consumados, las autonomías que las fuerzas políticas se niegan a abordar.

No se trata de regionalismo. Se trata de aceptar que no hemos conseguido, a lo largo de la historia, encontrar una respuesta a las profundas diferencias regionales, y que lo único posible es reconocerlas y actuar a partir de ellas. Intentar una nación imposible desde las diferencias.