¡Anchuri (fuera), anchuri petroleras! es el grito de guerra de los comuneros de Sarayacu.
Son cuatro horas de recorrido por el hilo fangoso. La columna de quince mujeres y niños detiene su trote por los recovecos que serpentean en la espesura de la selva. Elisa Cisneros, una menuda indígena kichwa, con una boa pintada en su rostro, alienta a seguir adelante.