Se acaba de iniciar la 65.ª edición de la célebre Copa Libertadores. Ocasión propicia para echar una mirada retrospectiva y alinear el equipo ideal de la historia de la Copa. Es un juego atractivo, muy periodístico. Miles la han jugado, cientos han destacado. La condición esencial que nos hemos autoimpuesto al escoger es que los integrantes de este once deben ser campeones. Sería ridículo que un zaguero sin títulos, por extraordinario que fuera (el caso de Elías Figueroa) desplace a Pancho Sá, seis veces coronado. Lo mismo acontece con la gravitación de un futbolista en el título de un club. Ejemplo: difícilmente vuelva a darse una actuación como la de Juan Carlos Henao en el Once Caldas campeón del 2004. Jugó excepcionalmente los 14 partidos. No hay duda posible: sin él, Caldas no levantaba la Copa. Ya habíamos acometido este ejercicio en marzo de 2009, pero quince años después nos obligaron a realizar un par de cambios.

De antemano, duele marginar de este once hipotético a tantos grandes. A un monstruo como Falcão (subcampeón en 1980); a Carlitos Caszely, luminaria excluyente y goleador de la edición 1973 con Colo Colo; al cimbreante Willington Ortiz, figura enorme con tres casacas diferentes (Millonarios, Deportivo Cali, América), mas no dieron la vuelta olímpica. Y a tantos como ellos.

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El puesto de arquero es, justamente, el más controvertido. Elegimos a Ever Almeida por ser un notable golero, doble campeón (1979 y 1990), atajador y rematador de penales, decisivo en las conquistas de Olimpia y hombre récord de la competencia (16 años y 113 partidos). Sin dudas Higuita, Henao, Chilavert, Rogerio Ceni, Zetti, Mazurkiewicz, Manga y Santoro le pisan los talones en calidad y rendimiento, sin embargo el uruguayo-paraguayo es el indiscutible arquero de la historia. Ever parecía el perfecto antiatleta, bastante rellenito y bajo, pero fue un casi heroico evitador de goles (por si acaso, la misión esencial de un guardameta). ¡Y lo que transmitía…!

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El lateral derecho es la única duda que no nos permitimos dilucidar: Cafú y Hugo Ibarra, aquel de Boca. El brasileño fue el dueño de la banda, bicampeón y representó a un equipo histórico: el São Paulo de Telé Santana. Ibarra era completo: firme en la marca, bueno en las subidas, pero sobre todo un hombre de temperamento, nacido para jugar finales. Cuatro coronas ganó el boquense. También es referente de un equipó inolvidable: el Boca de Carlos Bianchi. Los dos fueron fantásticos. Pero haber visto los bombazos teledirigidos de Nelinho es toda una fortuna. Pablo Forlán (Peñarol) y el Chiqui Arce (Gremio, Palmeiras) son otros magníficos ocupantes del puesto.

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Hugo De León, triple ganador con Nacional y Gremio, caudillo con clase, personalidad y estampa, y Francisco Sá, hexacampeón con Independiente y Boca, gran intuitivo en la marca, es la dupla de zagueros. Sá estuvo cerca de ganar una séptima: perdió la final de 1979 ante Olimpia. Igual, la zaga es, quizás, donde menos estrellas recuerda la Copa. El lateral izquierdo debería ser unánime: el uruguayo Ricardo Pavoni, sangre charrúa, fabuloso en el mano a mano, abonado al gol, capitán, ganador, impasable. Junior, campeón con Flamengo en el 81, es otra mención ineludible, pero el Chivo ganó 5 copas. Más que eso: Pavoni “es” la Libertadores. Incuestionable.

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Todos los que jugaron o enfrentaron a Pedro Virgilio Rocha tienen un concepto unánime: fue un supercrack. Reunía técnica, potencia y gol. Coronado con Peñarol (61 y 66), ídolo en el São Paulo, es el “8″ ideal de la Copa. Y un caballero de las canchas. Por si acaso, Pedro marcó 36 goles siendo volante…

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Zito, esclarecido distribuidor de juego del Santos, era nuestro centromedio titular. Jugaba o raspaba, según viniera la mano. Para Pelé, “un fenómeno”. Claudio Marangoni, exquisito centromedio de Independiente en 1984, fue otro excepcional exponente del círculo central. Claudio lucía más, pero Zito era el comandante de la victoria. Con el paso de los años, Zito dejó su lugar en las preferencias a Juan Román Riquelme, conductor notable, tricampeón con Boca Juniors, eximio ejecutor de tiros libres, un as en el dominio del balón. Y con gol. Comenzó de 5, Riquelme, luego se fue adelantando en el campo. Su incidencia fue altísima en las conquistas boquenses. El hincha recuerda la de 2007 como “la Copa que ganó Riquelme”.

Ricardo Bochini es “el” 10, entre varios prodigios como Zico o Francescoli. Además de genio, Bochini los aventaja en números: ganó 4 coronas, siempre como figura esencial. El día que debutó en la Copa -la final de 1973 ante Colo Colo-, entró y dio vuelta el partido con su atrevimiento y su gambeta frontal.

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Tres veces jugó la Libertadores, en dos fue campeón, en una goleador. Imparable, insuperable. Si aún no bastara con eso, digamos su nombre y termina todo: Pelé. Además de su magia, vaya un dato: jugó 15 partidos y anotó 16 goles, a un sensacional promedio de 1,07 por cotejo. Posiblemente el único futbolista de los miles que participaron de la Copa que tenga más goles que partidos jugados.

Cuando se arma el equipo de todos los tiempos se arranca con un ecuatoriano y diez más. Es Alberto Spencer. El 9 de la marca irrepetible: 54 goles. Y por si acaso, tricampeón (1960, 61 y 66). Luis Artime, Fernando Morena, Raúl Vicente Amarilla, Hernán Crespo, ahora Gabigol y Germán Cano, hicieron muchos goles vitales. Pero ni se acercan a Cabeza Mágica. Es como la plusmarca de Pancho Sá, casi imposible que alguien los alcance.

La punta izquierda la retiró del mercado Juan Ramón Verón el día que dejó el fútbol. La Bruja, tricampeón con Estudiantes (68-69 y 70), era completo: hacía los goles, enloquecía al público, daba brillo a un equipo mañero y áspero. Un inmortal. Su hijo Juan Sebastián, vencedor en 2009, también rezumaba calidad. De la savia nueva hay que contar a Neymar, campeón en 2011.

Que quede claro: son los que más méritos hicieron en la Libertadores. No cuentan títulos mundiales ni copas América ni otras conquistas o distinciones. Pasémoslo en limpio: Almeida; Cafú o Ibarra, De León, Sá y Pavoni; Rocha, Riquelme y Bochini; Pelé, Spencer y Verón. Cinco argentinos, 3 uruguayos, 3 brasileños, un ecuatoriano. Cuadrazo del revés y del derecho. Treinta y ocho títulos en un solo combinado. Pero ninguno contemporáneo. ¿Por qué…? Si un futbolista es verdaderamente crack no dura más de un año en Sudamérica, lo que le impide ganar el trofeo o hacer historia. ¿Qué jugador de la época moderna hay indiscutible, que podamos recordar al instante…? En cuatro ediciones consecutivas Palmeiras fue dos veces campeón y dos semifinalista, ¿cuáles figuras recordamos del Verdão…? Acaso su capitán, el zaguero paraguayo Gustavo Gómez, ¿quién más…? Los únicos de los últimos 25 años que lograron meterse en este equipo de los sueños son Ibarra y Riquelme. Lo que califica las copas actuales.

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Falta épica en estas ediciones. Un detalle nos refleja con crudeza lo que son las copas Libertadores de ahora: el jugador más moderno de esta selección es Riquelme, y disputó la Libertadores hasta 2013, pero cuyo último título es de 2007, diecisiete años atrás. Todos los demás integrantes son de hace 30, 40, 50 y hasta 60 años. Lo que nos revela que los de hoy no son mejores o no han reunido más méritos que aquellos o bien han participado mucho menos de la competencia. (O)