El Ecuador está en guerra. Una guerra interna. Consigo mismo. Es una consecuencia nefasta de la delincuencia organizada (extranjera, bastante bien organizada, alineada con la interna) penetrando el corazón del Estado: FF. AA., Policía, cortes, fiscalías, periodismo y política.

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¿Cuál es denominador común de los malos elementos que se dejaron permear en estas instituciones y el perfil delictivo que las ha manchado? La respuesta está en el amor por el dinero fácil. La codicia. El poder. Los chats filtrados en el caso Metástasis lo evidencian: al descontrolado amor por el dinero fácil y la acumulación desmedida se suma el total desprecio por la vida que muestran estos actores y los grupos delincuenciales.

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No les quedarán días para gastarse todo lo mal acumulado, y sueñan con ponerles más ceros a sus cuentas bancarias. Mentes elevadas, pero que terminan al servicio del lado destructivo de la sociedad; nefastos planificadores de cómo arrebatar el sagrado dinero público, para llenar sus cuentas. Obsesión por siempre tener más. Tener, más que ser.

Nuestro aporte será devolver la confianza a las instituciones que también demuestren su predisposición por refundarse.

El desprecio por la vida humana nos coloca en los primeros lugares entre los países más violentos del mundo, según estadísticas levantadas al finalizar el año anterior. Y “dispararon” las estadísticas de muertes violentas en un macabro récord en el primer día de este 2024. Y la peor impronta –más allá del dolor de los deudos- es la naturalización de los hechos sangrientos profusamente distribuidos por las cadenas digitales.

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Por ejemplo, pocos o casi nadie se duele o indigna por el que se considera el peor crimen ocurrido contra una familia ecuatoriana: cuatro niños de entre 5 meses y 7 años, y su madre embarazada, murieron en diciembre anterior baleados en una casa en Guayaquil. Y no hemos sabido más. ¿Qué más muestra de desprecio por la vida que esta, que más tardó en ser noticia sensacional que en desaparecer del debate público mediático?

Pero, asimismo, siempre se avizorará una luz al final del túnel, y ahora que ya estamos metidos todos en esta guerra interna será mejor salirnos de nuestros espacios de confort para aunar esfuerzos y que esta batalla nos encuentre unidos como ecuatorianos. Pasamos ya el punto de no retorno; estamos en el fondo más violento y de él no saldremos sino en unidad, con la conciencia irrenunciable de que los buenos somos más.

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Nuestro aporte será devolver la confianza a las instituciones que también demuestren su predisposición por refundarse. La conciencia colectiva se ha manifestado por el apoyo a sus FF. AA. y Policía; pero cuando hayamos alcanzado esa luz al final del túnel, su tarea deberá continuar con la purga de los elementos contaminados. La política y los políticos deberán dignificarse y ponerse a la altura de la confianza ciudadana. Las cortes deberán despojarse de corruptos y de dependencias político-partidistas. Y el periodismo… bueno, debería cacarear menos y mediar más. Será la mejor reivindicación con sus audiencias.

No será fácil, pero tampoco imposible. Quienes tuvimos la suerte de vivir en una “isla de paz” sabemos que es la senda a la que debemos retornar. (O)