Hace poco, luego de un día de mucho trabajo me acosté agotada en mi cama, no tenía ni cinco minutos cuando entró mi hija de 14 años diciéndome que había olvidado su dispositivo electrónico en el colegio. Inicialmente me enojé y solté unos cuantos ajos, luego respiré hondo, me levanté, tomé las llaves y nos fuimos en su búsqueda. En el camino mi hija iba tensa, así que le dije que se calmara, que en el peor escenario lo material se recupera, pero que esto solo es aprendizaje para valorar las cosas y cuidarlas. Le seguí conversando y ella solo miraba la hora temiendo que hayan cerrado el colegio, pero gracias a Dios, todavía había niños entrenando y el colegio seguía abierto.

Nuestros hijos y su futuro

Apenas aparqué mi auto, ella salió desesperada, luego de unos minutos traía como trofeo el artefacto en cuestión, se sentó en el auto contenta y le pregunté si ahora ya estaba todo bien. Me contó que se asustó mucho, porque no estaba donde lo había dejado, pero que lo encontró en un lugar cercano. Hablamos un poco más del sentido de responsabilidad y luego elegí soltar el tema, ya estaba resuelto, así que puse música y empezamos a cantar, hasta que de repente, bajó un poco el volumen, se volteó y con esos ojos enormes que me derriten, me miró y me dijo: Gracias, mami. El corazón se me hizo pequeño y el resto del camino a casa me quedé pensando que la maternidad es mi talón de Aquiles, es el lugar donde me he sentido perdida y llena de dudas sin saber si estoy haciendo un buen trabajo y también, profundamente poderosa y amada. Hay días en que me cuestiono errores del pasado, exabruptos o gritos innecesarios, pero como no puedo regresar el tiempo, trato de no volver a cometerlos. Por tanto, creo que ser madre es un ejercicio complejo que en nada se asemeja a la publicidad romántica de Johnson & Johnson.

En otro orden, mi casa, luego de la partida de mi hijo mayor a estudiar, se convirtió en una casa de mujeres y eso implica que las hormonas a veces nos traicionan y los sentimientos siempre están a flor de piel. También la energía femenina que nos rodea nos ha unido muchísimo y con el paso de los años nos conocemos mejor y nos aceptamos como estamos, a veces rotas, a veces risueñas, otras enojadas, pero siempre amándonos en nuestros estilos.

Además, me gusta tener cerca a mis hijas, por ejemplo, mi hija mayor está temporalmente trabajando en el mismo lugar que yo y es como un sueño hecho realidad poder verla en medio de mi jornada laboral, quedar para almorzar cuando nuestros horarios coinciden, llevarle chocolatitos para endulzarle el día o simplemente pasar a darle un beso, solo porque sí. Ser madre no es un premio, más bien es una responsabilidad que siempre asumí con amor.

Hoy puedo estar segura de que podría vivir perfectamente sin mis hijos, pero con ellos es una vida más bonita, divertida y llena de anécdotas. Corolario, estoy convencida de que la maternidad es una hermosa y tormentosa ola que me regala aprendizaje diario y donde me esfuerzo para estar a la altura, como dice Jill Churchill: “No hay manera de ser una madre perfecta, pero hay un millón de maneras de ser una buena madre”, así que entrego lo mejor de mí. (O)