Con el apellido de su madre tiene identidad universal, con el de su padre, por común, mucho menos. Con su nombre completo es fuste, sangre y hálito del arte que nació en Granada hace 125 años para estallar en palabras, formas y sonidos que emergieron y se quedaron para hacernos la vida más llevadera. Federico García Lorca inspira devoción y admiración a quien sabe leerlo y oírlo, y seguir los pasos de su breve existencia, transido de las emociones que depara el conocerlo.

He pasado por etapas centradas en su obra. Los adolescentes leyeron repartiéndose las voces, Bodas de sangre y La casa de Bernarda Alba; los universitarios estaban más maduros para comprender Yerma, la tragedia contemporánea; todos corrieron a trompicones sobre los versos de sus romances, aunque yo los detuviera para apreciar las notas de alta sugerencia en aquello de “verde que te quiero verde/ verde viento y verdes ramas” o sentir las vibraciones del verso largo cuando dijo: “Tú buscabas un desnudo que fuera como un río,/ toro y sueño que junte la rueda con el alga”, al interpelar a Walt Whitman.

Eslabones de una cadena

Sé que es fácil quedarse con el poeta de los primeros años –la juvenalia, Libro de poemas, Poemas del cante jondo– pero menos interiorizar los rasgos que van optando por el misterio y decantándose por las posibilidades más secretas de la poesía –Romancero gitano, Poeta en Nueva York, El diván de Tamarit-. Lo feliz con este autor es que la musicalidad de su obra, las emanaciones de sentido que brotan de él, sin clarificación lógica (eso que él llamó con tanta pertinencia, el duende), atrapan al lector que no se rebela a la incomprensión inmediata y se deja llevar por los sonidos.

Más noticias relacionadas con la literatura

Como tocó al piano, compuso canciones; como dibujó con naturalidad, graficó escenas y portadas (su misma firma era un adorno); como fue hombre de teatro escribió, actuó y dirigió en esa hazaña cultural de la República Española que fue La barraca. Todo esto puede seguirse en las diversas biografías que se han escrito sobre su avatar, más que nada en los títulos de Ian Gibson, el estudioso que más conoce a Lorca, sin ser español.

(...) América Latina lo conoció directamente a través de su paso por Cuba, Uruguay y Argentina...

En materia de teatro, es grato rememorar que América Latina lo conoció directamente a través de su paso por Cuba, Uruguay y Argentina, que lo oyó recitar y conferenciar. Ha quedado su correspondencia donde cuenta a su madre la satisfacción de ganar dinero con su arte, luego de haber sido acosado familiarmente por inútil.

En estos días que lo recordamos vienen al pelo las palabras del cantor canadiense Leonard Cohen que musicalizó el poema Pequeño vals vienés y reclamó a los españoles cómo no han excavado con sus propias manos la tierra granadina para encontrar sus restos. Porque es infame esa realidad, ese hueco oscuro de la historia de un país que se enorgullece del brillo universal de uno de sus autores más icónicos, pero que no tiene una tumba donde honrarlo. El fusilamiento de Lorca por las fuerzas falangistas, el deshacerse de su cadáver en la vera de un camino que no se ha precisado jamás, enluta a los admiradores y herederos de su venero literario. Es de esos escritores que nunca estarán lejos, pase el tiempo que pase. Como se decía de Gardel, “cada vez canta mejor”, cada vez que leo a Federico, me habla a mí, sus Novia, Bernarda, Adela actualizan sentimientos eternos. (O)