El primero de marzo se llevará a cabo la VIII reunión de Jefes(as) de estado de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe, Celac. Este mecanismo fue concebido formalmente el año 2010 y ha sobrevivido todas las turbulencias de la región, desde la crisis económica de la segunda década del siglo provocada por la recesión global, hasta la polarización ideológica que ha caracterizado a las relaciones internacionales del subcontinente. La resiliencia de la organización se debió a la necesidad de sus gobiernos de tener una representación común, por más leve que sea su cohesión, para poder tener interlocución con los diferentes centros de poder económico y estratégico contemporáneo. Europa, China, la India, África se comunican con la región, además de sus relaciones bilaterales, alrededor de la imagen de representación común que brinda esta entidad.

La Celac fue propuesta originalmente por un gobierno de centro derecha, el del presidente mexicano Felipe Calderón, y fue asumida y respaldada inmediatamente por las izquierdas de la primera “ola rosa”. El mandatario venezolano Hugo Chávez presidiría la Cumbre fundacional realizada el 2011 en Caracas donde se constituyó oficialmente la Comunidad. La siguiente Cumbre la organizaría otro gobierno conservador, el de Piñera en Chile. Ésta fue precisamente la característica de la organización, la de admitir todas las tendencias políticas de los gobiernos participantes, y probablemente una de las razones más importantes de su supervivencia.

La Celac promueve la integración de América Latina y el Caribe, pero ella misma no es todavía un organismo con atribuciones decisorias supranacionales. El concepto de integración supone la cesión de competencias -en rigor soberanía- de los estados integrados a instituciones que tienen la capacidad de regir y regular procesos económicos y políticos en lugar de los países asociados. Es el caso de la Comunidad Andina, por ejemplo, en materia comercial, o de la Unión Europea en ámbitos políticos y económicos. La Celac no tiene la competencia de tomar decisiones. Emite resoluciones que requieren el consenso de todos sus miembros, pero ellas son compromisos que la organización no puede hacer cumplir legalmente.

El orden internacional de la tercera década del siglo XXI se caracteriza por el reto que, desde distintos estados, se hace a la arquitectura y distribución de poder luego de la Segunda Guerra Mundial. Cuando esta conflagración terminó emergieron dos superpotencias, los Estados Unidos y La unión Soviética, y se abatió el poder del mayor imperio de la historia moderna: el británico. La URSS desapareció en 1992 y los Estados Unidos y sus aliados, fueron efímeramente preeminentes durante dos décadas. China, India, Rusia desafían, junto a decenas de países del Sur Global, el poder de Occidente nor Atlántico, tanto en el campo económico y productivo, cuanto en el militar. Es difícil que esta tendencia se revierta.

Precisamente por ello, los países de América Latina y el Caribe requieren construirse estratégicamente como región para no perder relevancia global. No hay muchos instrumentos, uno de ellos es la Celac la que, a pesar de sus limitaciones, enuncia esa necesidad. (O)