Una de las artes más sublimes. Es así como exponentes de la música definen al canto lírico, una expresión artística que pese a que en los últimos años ha tenido un despunte significativo, en cuanto a propuestas en escenarios locales, aún tiene muchas barreras de difusión que debe vencer.

Parte de la problemática, señala la directora del Colegio de Artes María Callas, Beatriz Parra, es la escasa cultura musical que hay en la ciudad, especialmente a nivel del canto lírico. “Deberíamos ser muy preocupados y tratar de apoyar y preparar a nuestra joven generación que ama el arte lírico a desarrollar su talento”, dice la también directora de la fundación que lleva su nombre y a través de la cual –explica– cada cierto tiempo se trata de llevar un espectáculo lírico con estudiantes al público local.

La soprano expone al festival de canto lírico Santiago de Guayaquil, que se realizará del 14 al 17 de este mes, como la vitrina ideal para mostrar los procesos de formación musical que se viven en su escuela, que desde 2008 ha graduado a dos generaciones de cantantes líricos.

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El bajo José Riascos Herrera, estudiante del María Callas, resalta la importancia del canto lírico, ya que “el arte en general actúa como un indicador de crecimiento cultural y económico de una urbe”. Apunta que tratándose de este arte se requiere estudiar, investigar y “por supuesto ejercitarse para ampliar su repertorio”.

“Estamos aún muy lejos del nivel de enseñanza extranjero, en donde existen instituciones de trayectoria histórica reconocida mundialmente”, menciona Riascos, pero reconoce que “en nuestro país hay el apoyo de talentos como el de Beatriz Parra, que con su trabajo comprometido nos ha permitido avanzar a paso seguro”.

Esta, junto con el Conservatorio Nacional de Música Antonio Neumane, es una de las instituciones en Guayaquil que cuenta con el canto lírico como una carrera. Hay otras entidades que incluyen esta área como materia en su pénsum.

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Por ejemplo, en el Conservatorio Niccolo Paganini, a cargo de Patricio Jaramillo, se requieren de once años de estudios, y en seis de ellos se recibe esta materia. El director lojano dice que en su institución, al igual que otras, se ve al canto lírico como “un instrumento más”. “Yo diría que quienes se involucran en el canto lírico son muy pocos por el lado de la parte técnica, porque es más riguroso que otras ramas del canto”, agrega el director de la Orquesta Filarmónica Juvenil de Guayaquil.

El tenor Carlos Cedeño y el barítono Andrés Andrade coinciden en que es importante el fogueo con el público. Dicen que esto les da experiencia. Ambos jóvenes ven como un desafío “el no tan extenso” mercado laboral para el arte lírico en Guayaquil. Por ejemplo, Andrade, además de la urbe, ha optado por buscar posibilidades en otras ciudades y también ha complementado el canto con otras carreras.

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La experimentada cantante Astrid Achi recuerda que hace 20 años eran escasas las voces profesionales formadas en canto lírico, y ahora ve “con gran satisfacción y mucha proyección” lo que está ocurriendo en la ciudad en cuanto al movimiento lírico. La soprano destaca la “gran capacidad de los cantantes que se están formando dentro de esta especialidad artística”.

Señala, además, que no solo el talento es primordial para repotenciar el canto lírico en una ciudad, dice que es importante también la difusión, en especial en los colegios. Con ella coincide Parra, quien considera que un inicio sería reavivar los coros, dice que es la mejor manera de empezar a sembrar la semilla del canto lírico, tanto en futuros cantantes como en espectadores de este arte. (F)