Marisa Paredes, la gran dama del cine español, Premio honorífico de la 32ª edición de los Goya, desembarcó en Cannes para presentar Petra, de Jaime Rosales, en la Quinzaine des realisateurs. A sus 71 años, y con casi 60 de oficio, la actriz asegura que aún tiene mucho por hacer y aprender. A Marisa, su personaje en la ficción, la impregna del mismo garbo y espontaneidad con la que se desenvuelve en esta entrevista en exclusiva para EL UNIVERSO. “Marisa es un personaje fuerte, misterioso, que tiene muchos secretos que solo descubrimos al final”, arranca enseguida. “Me gusta mucho porque es un personaje de silencios, de miradas, que habla de unas cosas y piensa otras. Hay una parte mágica en ella que me interesa mucho, y es cómo ve con la mayor naturalidad su relación interesante con la vida, pero a la vez le importa mucho el dinero. Y quizá esa es la única razón por la que soporta vivir en esa situación, con ese ser tan despreciable que es su esposo, y como lo son muchos artistas. Su ego es tan grande que utiliza su poder por encima de todo y de todos. Es un personaje que no había hecho nunca y eso es lo más fascinante para una actriz. Me aburre trabajar siempre los mismos personajes y este es completamente distinto”, prosigue.

Se sentía dolor en su silencio y sus palabras eran contundentes. ¿Cómo logró entrar en esta Marisa? ¿Se identifica con ella?

No me siento para nada reflejada en eso, ni conozco mujeres en esa situación. Es ese sometimiento de la mujer que afortunadamente está desapareciendo a pasos agigantados, porque ya vamos ocupando ese sitio que necesitábamos y al cual tenemos derecho. Pero eso existe. Es una lección. Hay mujeres que se resisten a hacer un cambio en su vida por miedo, inseguridad. Y la mayoría lo que queremos es que las cosas avancen, como avanza la sociedad.

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Se habla mucho sobre la distinta óptica de las mujeres haciendo cine. Sin embargo, usted ha hecho decenas de películas con directores hombres, como Profundo Carmesí, de Arturo Ripstein, o Tacones lejanos, de Pedro Almodóvar, con fuertes personajes femeninos. ¿Cree que una mujer directora entiende mejor esos personajes?

Creo que la aportación de las mujeres directoras es fundamental en el cine. Realmente tienen otra mirada, otra forma de acercarse a las historias, que no son especialmente femeninas o feministas. La manera de acercarse a los personajes, la manera de vivirlos, quizás los comprende desde un punto de vista mucho más cercano. Pero creo que cuando un director le pone el acento a una historia, a una película que se llama Petra, la historia es de mujeres. Es decir, están todos los elementos, pero la tensión que se produce allí está fundamentalmente entre las dos mujeres: Marisa y Petra.

Pero a Pedro Almodóvar lo definen como el cineasta de las mujeres, porque ha hecho retratos de mujeres con una sensibilidad muy femenina…

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Es exactamente así. La sensibilidad no tiene sexo. Es algo fundamental a la hora de enfrentarse a una obra de arte, la que sea, ya sea cine, pintura o escultura, lo que sea que uno ofrezca para ser criticado o admirado.

Con tantos años de carrera a las órdenes de directores tan talentosos y diferentes, ¿con cuál le gustaría repetir?

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Por supuesto, no puedo dejar de mencionar a Pedro (Almodóvar) porque es el director que más pone el acento en las mujeres. Sus personajes femeninos son muy potentes, son muy carnales, lo pierden todo y lo vuelven a ganar. Son personajes con mucha riqueza que los puedes interpretar desde el fondo. Pero hay tantos directores tan talentosos como Arturo Ripstein, Roberto Begnini, el propio Jaime (Rosales) y otros en mi vida con los que quisiera volver a trabajar. Y no puedo decir que prefiero al uno y no al otro porque entonces se enfadarían. (E)