En sus senderos, que poseen plantas con tallos de un centímetro de diámetro hasta árboles de más de 20 metros de altura, es frecuente observar aves, primates, felinos, perros salvajes, insectos, ranas, roedores, murciélagos, entre otras especies.

La ubicación privilegiada de la Estación de Biodiversidad Tiputini (EBT) de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ), en la selva prístina de la provincia de Orellana, es compatible con los objetivos de investigación, educación y conservación que promulga.

Este centro, ubicado a la orilla del río Tiputini, al límite norte del Parque Nacional Yasuní (PNY), fue establecido en 1994 gracias a un acuerdo entre el extinto Instituto Ecuatoriano Forestal y de Áreas Naturales y Vida Silvestre y la USFQ.

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El pasado 5 de abril se concretó la renovación del contrato para su funcionamiento por cuarenta años con el Ministerio del Ambiente del Ecuador.

David Romo, director de la estación, asegura que la prolongación del comodato les permitirá seguir contribuyendo a la ciencia. “Esta vez el convenio ya no es solo con el PNY, sino con la comunidad quichua El Edén. La estación está dentro del territorio de esta comunidad (...), entonces era importante reflejar el beneplácito de los comuneros”, dice.

En los 24 años de funcionamiento, la EBT ha contado con el aporte de científicos conocidos a nivel mundial, asegura Romo. “Tenemos a cuatro investigadores de Estados Unidos líderes en su campo. El más famoso es Terry Erwin, que es entomólogo (experto en insectos). Él es una de las grandes autoridades en biodiversidad del planeta”, sostiene.

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Además destaca programas emblemáticos que se han implementado a lo largo de los años como el Proyecto Primates, dirigido por Anthony Di Fiore, de la Universidad de Texas, donde se han estudiado la mayoría de especies de primates que existen en Yasuní.

La información generada, según Romo, ha sido clave para entender el impacto de la cacería y el tamaño de uso de las poblaciones de los monos grandes como los arañas.

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Uno de los interesantes hallazgos fue el realizado por la ecóloga Stella de la Torre. Al estudiar los leoncillos (tipo de tití pigmeo), descubrió que tienen formas de comunicación parecidas a los sonidos de bebés humanos con sus madres.

En cambio, Chelsea Kostrub descubrió que en los chichicos de manto dorado, la hembra dominante controla la ovulación de las otras hembras, para que estas ayuden en la crianza de sus hijos. Secreta hormonas que deja en cortezas de los árboles. Las otras hembras las lamen y quedan estériles.

Romo también destaca el programa de cámaras trampas que impulsa la EBT. “Estos equipos nos han permitido observar animales no tan comunes como perros de orejas cortas, tapires y felinos grandes como los jaguares”, señala.

Estos hallazgos están en el libro Los secretos del Yasuní, publicado el año pasado. El texto es parte de la vinculación social de la estación para que los habitantes del parque conozcan las especies de este territorio.

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El especialista afirma que el riesgo más grave que tiene el Yasuní es la falta de gestión con las comunidades: “El petróleo solo no es el problema más crítico. El petróleo acelera la economía local, produce necesidades nuevas y la única forma que tiene la población para tener recursos es explotar el bosque. Las comunidades se vuelven autodestructoras de sus territorios. Sin Yasuní la estación no funcionaría”. (I)

Especies
Ciencia

Biodiversidad
Se estima que en el Yasuní habiten un millón de especies entre flora y fauna. Esto sería el 10% de todas las especies en el mundo.

Investigación
El total de insectos del Yasuní tardarían 400 años en ser clasificados y más del 80% no han sido descritos.