La expectativa del recorrido era alta un martes de marzo. Distintas especies de la estación biológica La Selva, una porción de bosque húmedo tropical en la región caribeña de Costa Rica, se han rendido ante el lente del ecólogo venezolano Carlos de la Rosa, su director desde hace un lustro. Ha sido un tiempo en el que captó desde un puma acicalándose hasta un mono aullador que usa el puente colgante que conecta con 61 kilómetros de senderos.

El lugar es parte de la Organización para Estudios Tropicales (OET) –un consorcio sin fines de lucro formado por más de 50 universidades e instituciones de América Latina, EE.UU., Australia y Sudáfrica–.

El recorrido empezó pasadas las 11:00 tras tres horas y media en bus desde la capital costarricense San José. Apareció el puente metálico, los letreros de la advertencia de cocodrilos en el río, los saínos y tras unos quince minutos de caminata el sonido de los aulladores. “No es un buen momento para ver especies”, vaticinaba el guía tomando en cuenta que la mayor parte de avistamientos se dan al amanecer o al atardecer.

Publicidad

Aunque hay excepciones. De la Rosa fotografió al puma (Puma concolor), al mediodía cuando iba por los senderos con unas veinte personas. Una muestra de lo que se puede observar en La Selva, en el país donde un hola se expresa con un ‘Pura Vida’.

El sitio empezó como el génesis de la mayor parte de las áreas protegidas de esta nación que desde hace décadas apuesta a darle valor a sus bosques con el ecoturismo y la investigación. El estadounidense Leslie Holdridge compró esta porción de bosque en 1954 para experimentar con cultivos que reduzcan la huella ambiental. Más de una década después fue adquirida por la OET en 1968.

Este matrimonio entre la ciencia y la conservación hoy deja sus frutos. Alrededor de 240 artículos científicos se publican cada año sobre investigaciones realizadas en sus 1.600 hectáreas de las que un 73 % es bosque primario.

Publicidad

La Selva es una muestra de lo que ha conseguido Costa Rica en sus 51.100 km² de territorio, un 18 % del área del Ecuador. Pero también una evidencia de los retos que tiene la única nación del continente que no tiene Ejército. De la Rosa lo explica bien. Si bien se celebra que el 30 % del territorio costarricense está bajo conservación, la dicotomía está en lo que sucede en el 70 % restante. “Ese otro 70 % tiene que ser coherente con esta filosofía de la conservación, pero también que apoye al desarrollo del país”, asegura.

Por ejemplo, la estación está rodeada hacia el norte, este y oeste de pastizales, plantaciones de palma, piña, banano y poblaciones. Al sur continúa el bosque húmedo tropical en el Parque Nacional Braulio Carrillo. “Toda esta deforestación ha ocurrido en los últimos 40 años”, manifiesta De la Rosa.

Publicidad

Esta conjunción de ciencia, conservación y turismo permite mantener en buen estado lo que queda en una región convulsionada por conflictos sociales y dictaduras, como la de los Somoza entre los años treinta y cincuenta del siglo XX en Nicaragua, en el límite norte. “Este trabajo por más de 60 años en el laboratorio más grande del mundo es algo único. Ha sido especial para Costa Rica por décadas de estabilidad política, donde no hay ni Ejército y se ha dado inversión en educación”, afirma De la Rosa.

Sigue la caminata en La Selva. Aparecen tucanes, loros, la hormiga bala, llamada así por el dolor que genera una picadura, serpientes pequeñas, decenas de sonidos y los vestigios de las investigaciones con insectos.

Lo especial de La Selva yace en las indagaciones a largo plazo. “Lo que ha permitido generar la base de datos más larga de estudios en los trópicos. Hasta ahora se han publicado más de 4.500 publicaciones científicas. Nos llevaría una vida leer y comprender todo eso”, indica De la Rosa.

Él mismo ha palpado esta riqueza y lo cuenta un lunes de marzo desde el salón de un hotel de Escazú, al oeste de San José, ante periodistas de doce países de la región, los que recorrerían el lugar un día después. Cada especie cuenta una historia, dice. Como la de los murciélagos blancos (Ectophylla alba), del tamaño de una mota de algodón, que con sus trompas mordisquean la vena de una hoja para formar una tienda de campaña bajo la que duermen o descansan.

Publicidad

Son acciones que hablan del comportamiento, como los monos aulladores (Alouatta palliata), los despertadores de La Selva, añade De la Rosa, por la costumbre de emitir su sonido alrededor de las 04:30 en las inmediaciones de las cabañas. “Un artículo reciente indica que los machos más vocíferos, los que tienen la voz más fuerte, son los menos capaces reproductivamente”, cuenta dando detalles este especialista en especies acuáticas.

Termina la caminata. Colibríes se dejan ver en el comedor de la estación. Y como recuerdo de la disertación del director de la reserva en el hotel está la imagen de un jaguar (Panthera onca) captado con una cámara trampa como prueba de que es una de las 125 especies de mamíferos de La Selva. “Para captarlos se usa un atrayente. El mejor probado para jaguares es Calvin Klein Obsession para mujeres”, afirma.

¿Por qué?, ¿qué sustancia genera esa conexión? “Uno de los ingredientes más importantes de los perfumes caros es el Musk, un químico que producen ciertas especies de felinos de glándulas anales y eso se sintetiza o se extrae o se utiliza para hacer esos perfumes”, asegura De la Rosa.

Biodiversidad
La Estación Biológica La Selva, ubicada en la región caribeña de Costa Rica, tiene en sus 1.600 hectáreas 2.077 especies de plantas.

Objetivo
La Organización para Estudios Tropicales (OET) promueve la investigación, la educación y el uso racional de recursos naturales con estaciones en Costa Rica y Sudáfrica. (I)