Reconocimiento. Esa es la palabra que le trae satisfacción a Laura Guanoluisa, presidenta de la Red Nacional de Recicladores del Ecuador (Renarec). Reconocimiento a la labor diaria de escarbar entre desechos o escombros, entre toneladas de desperdicios orgánicos, inorgánicos e industriales. Un trabajo que no solo permite a 20.000 familias de recicladores (es un trabajo familiar) llevar el sustento a sus hogares, sino que contribuye al cuidado ambiental del planeta.

La Renarec se fundó oficialmente el 11 de diciembre de 2008, aunque ya llevaban dos años como agrupación. Empezaron con seis asociaciones de recicladores, detalla Guanoluisa, y hoy ya son cuarenta, que suman 1.500 familias.

Cada día, los recicladores de base –como se los llama formalmente– recogen plástico, papel, vidrio, metales, entre otros desechos reciclables para luego clasificarlos, lavarlos, empacarlos y venderlos a empresas que los reutilizan para crear y fabricar nuevos productos.

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“Somos el primer eslabón en la cadena de reciclaje y contribuimos a que Ecuador ahorre unos ocho millones de dólares al año con esta actividad”, asegura Guanoluisa. Sin embargo, lamenta que la mayor parte de ellos no cuente con ingresos fijos, ni esté afiliado al Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS). Una de sus aspiraciones, indica, es ser reconocidos como trabajadores de las empresas municipales de aseo.

Guanoluisa señala que de los 1.500 miembros de la Renarec, el 2% está afiliado al IESS. Ella integra ese porcentaje y sostiene que esta afiliación voluntaria ha sido posible tras años de gestiones, convenios con el Municipio quiteño para un pago estable del material reciclado y la creación de una caja común para su asociación, Gestores Ambientales del Distrito Metropolitano de Quito, que acoge a 38 personas.

Al 2014, según el Programa Nacional para la Gestión Integral de Desechos Sólidos (PNGIDS) del Ministerio del Ambiente, en Ecuador se generan unas 11.341 toneladas diarias de residuos sólidos, es decir, 4’139.512 toneladas al año. De estas, el 61,4% son desechos orgánicos, el 9,4% papel o cartón, el 11% plástico, el 2,6% vidrio, el 2,2% chatarra y 13,3% corresponde a otros desperdicios.

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Falta acción ciudadana

De acuerdo con el PNGIDS, el 25% de las toneladas producidas diariamente tiene potencial de ser reciclado. No obstante, Guanoluisa dice que quienes se dedican a esta actividad apenas recuperan un 5% de los desechos que podrían ser reutilizados y señala a la poca conciencia ciudadana como el mayor impedimento.

El trabajo de los recicladores de base se dificulta porque las personas no clasifican su basura y algunos elementos como papel, cartón o plástico pierden valor y posibilidades de ser reusados cuando se mezclan con desechos orgánicos o tóxicos.

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En esto también incide –aunque ella no lo refiere– que solo el 24% de los gobiernos municipales cuenta con procesos de separación en la fuente y recolección diferenciada, según datos del PNGIDS.

Si las personas supieran que existimos personas que vivimos del reciclaje, el número de ciudadanos reciclando y separando en casa aumentaría”.Laura Guanoluisa, de Renarec

Cada asociación de la Red recupera entre 40 y 42 toneladas mensuales de material, detalla Guanoluisa, e insiste en que la lucha por un pago y un peso justo es diaria. Tienen malas experiencias. Empresas o intermediarios han querido “hacer trampa” en el pesaje del material y aunque el kilo se cotiza en centavos, para ellos cada botella significa sacrificio.

Con el apoyo de las fundaciones Avina y Alianza en el Desarrollo, los líderes de la Renarec han visitado grandes industrias para ofrecer su trabajo en alianzas, han ejecutado cursos para los recicladores. “Se trabaja en autoestima, se les enseña computación o cómo emprender negocios”, indica.

Falta Guayaquil

Eso ha sido posible en varias ciudades, mas no en Guayaquil. “No hemos logrado ni acercarnos. Ellos (los recicladores de base) corren de cualquier persona que se les acerca con intención de conversar u organizarlos”, sostiene y asegura que no dejarán de intentarlo.

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Ella sabe que este trabajo no es fácil. Empezó a reciclar a los cinco años con su abuelo, en Cotopaxi. Hoy tiene 41 y cuatro hijos, que ha logrado educar junto con su esposo. Todos van a la universidad y trabajan. “Ni mis hijos ni mi familia se avergüenzan de mi trabajo en el reciclaje”, manifiesta, feliz. (I)