La periodista de televisión Inés Aranda trotaba en el parque de Octubre como casi todos los días. De pronto mientras cumplía con su habitual recorrido se topa con un hombre que pendía de la rama de un árbol, colgaba del cuello atado con una cuerda de nailon azul. Vestía de negro y los pies estaban desnudos.

Así inicia la nueva historia del escritor y periodista Diego Cornejo Menacho, titulada Inés Aranda, editada por Paradiso Editores, en la que el autor arma una historia de corte policiaco.

La narración sucede en un país llamado Taguaguoto, cuya capital Pecueca es gobernada por el dictador Máximo Urdemales el pequeño gran benefactor para sus seguidores; el marrano para sus enemigos. Ungido del poder que otorga el cargo es capaz de cometer actos tan atroces como infames por mantener su banda presidencial.

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La historia continúa con una investigación periodística que hace la periodista acerca del hallazgo del cuerpo en el parque. Esta toma un giro cuando las barbas del poder están sumergidos en este presunto suicidio. Las condiciones en las que se produce la investigación y la tarea por hallar más pistas es otro de los atributos de esta novela. El personaje desafía al lector a convertirse en un detective.

El desarrollo de esta trama enfrenta al poder y toda la red que se teje entorno a él. Es un ensayo novelado en torno al ejercicio de la libertad y tiene lo que en la actualidad se llama chic lit, o ficción posfeminista.

Uno de los personajes, también periodista, dirá: “Nuestro oficio es hacer preguntas ser indiscretos y entrometidos. Por eso, extrañamente es un oficio de riesgo: al periodista que no pregunta, nunca le pasa nada. No olvidemos que somos facilitadores cotidianos, defensores prácticos, imperfectos, del derecho a informar y a recibir información”.

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El autor sobre su obra dirá que se trata de una especie de catarsis acerca de la situación que vive actualmente el país y la relación medios-poder-periodistas. Sin embargo, su historia es una ficción de esa realidad.

Desde la primera página el autor advierte al lector que “los personajes y la trama de esta novela son imaginarios. Cualquier semejanza con hechos reales o con personas vivas o muertas es puramente casual”. (F)