Descalzos y en pantalones cortos o remangados, los pescadores acercaban sus embarcaciones artesanales a la orilla de la playa de Tarqui en Manta (Manabí) entre las 05:55 y 06:45 del 4 de junio pasado.

Lo hacían para desembarcar al hombro picudos, dorados, pero también tiburones azules, rabones, micos, puntas negras y uno que otro tiburón tigre y martillo cachuda blanca.

Este último grupo, aseguraban, había caído en los anzuelos, por lo que lo consideran pesca incidental, definida en el Decreto Ejecutivo 486 –que cumplirá siete años de vigencia el 30 de julio– como la “captura involuntaria de especies bioacuáticas con artes o sistemas de pesca dirigidos a la captura voluntaria de otras especies bioacuáticas”.

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Por este acto “involuntario”, según las cifras que maneja el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés), más de 850.000 especies marinas no objetivo mueren al año, acabando así con poblaciones enteras y desequilibrando los océanos.

Entre esas especies está el tiburón, cuya pesca dirigida quedó prohibida con el decreto 486, que a su vez legalizó su captura incidental, comercialización y exportación de sus aletas.

Del último trimestre del 2007 (cifra disponible de ese año, después de emitido el decreto) al mismo periodo del 2008, el incremento en toneladas de los tiburones desembarcados fue del 42%, según números de la Subsecretaría de Recursos Pesqueros. Un reporte del Viceministerio de Acuacultura y Pesca, remitido a través de un e-mail a este Diario, muestra que en el 2013 se desembarcaron 10.123 toneladas de tiburones, lo que implica un aumento del 48% frente a las 6.832 t registradas en el 2008.

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Xavier Chalén, coordinador de Conservación Marina y Costera de la ONG Conservación Internacional, opina que la captura incidental de tiburones en Ecuador no ha disminuido y que lo que el decreto ha logrado es transparentar datos, por lo que ahora se sabe cuántos tiburones se desembarcan de la flota artesanal e industrial, algo que antes se desconocía.

“Si evalúas la medida en función de si ha reducido la captura, yo diría que no y, si se redujo, es porque hay menos bichos (tiburones) y no porque la medida haya contribuido a que se pesque menos”, aclara el biólogo Juan Manuel Álava, especialista en escualos.

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Y si hay menos tiburones, explica, es porque en términos evolutivos, son un grupo que lleva vivo unos 400 millones de años direccionado a ser depredador, no presa, por lo que “nunca se van a poder adaptar a los niveles de mortalidad actuales. Ni siquiera se puede hablar de que la sobrepesca les afecta como a otras especies, sino es la pesca per se”.

La ONG WildAid advierte que algunas poblaciones de tiburones se han reducido hasta en un 98% en los últimos 15 años.

El pasado 4 de junio los tiburones eran colocados en plásticos sobre la arena y en carretillas en las que con cuchillos los pescadores cercenaban sus aletas sin más testigos que sus colegas y comerciantes.

Esto debía realizarse después de que los inspectores de pesca verificaran el desembarco para determinar cuáles de las capturadas fueron especies objetivo y cuáles no. Pero cuatro de ellos, de los 81 distribuidos en Esmeraldas (16), Manabí (30), Santa Elena (16), Guayas (13) y El Oro (6), aparecieron a las 06:55 por un ‘contratiempo’ presentado en controles de la madrugada.

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John Vera Loor, presidente de la asociación 5 de Marzo y comerciante mayorista de tiburón en Manta, asegura que actualmente la captura incidental de esta especie “es muy baja”.

Estima que en la faena de una embarcación grande, por cada 100 picudos, se capturan incidentalmente 10 tiburones. Esto se da, justifica, porque el tiburón “se pega al anzuelo” cuando las embarcaciones salen en busca de especies de valor comercial como el picudo, cuya libra llega a costar hasta 7 dólares.

La de tiburón, la más barata en el mercado nacional, los pescadores la venden desde $ 0,60, ya que según Álava, en el país es considerada carne de baja calidad. Sin embargo, los comerciantes que la adquieren la revenden como dorado, picudo o corvina, canje en el que evidentemente se benefician.

Pero son las aletas las que siempre han sido más apetecidas. Vera señala que sí las están exportando a Perú y a Asia, aunque allá la demanda ha disminuido en un 80% en los últimos dos años. “Un tiburón, que la aleta ahorita vale $ 11, anteriormente valía $ 40 o $ 50”.

Esto, debido a que a que en el 2012 el gobierno de China anunció que la sopa de aleta de tiburón –que llega a costar hasta 1.000 dólares– sería eliminada de banquetes oficiales, una medida que sigue en transición.

Propuestas ciudadanas para evitar la captura de tiburones
Para contrarrestar la pesca incidental, el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) está en la fase de convocatoria de la segunda edición de la competencia Smart Gear. La ONG plantea promover “ideas prácticas, innovadoras y económicamente viables” que permitan a los pescadores seguir realizando su actividad, pero de manera “más inteligente y responsable con el medio marino”.

“El agotamiento de los recursos pesqueros es una cuestión real y lamentablemente es algo que, de mantenerse las tendencias actuales, sigue en su curso hacia una crisis”, advierte Pablo Guerrero, coordinador regional de Pesca de WWF.

Guerrero añade que el concurso (las bases están en www.smartgear.org) apunta a una pesca sostenible. “Un primer paso hacia eso es hallar fórmulas eficientes y efectivas para reducir la huella ecológica de la actividad pesquera sobre los ecosistemas marinos. En ese sentido, una simple innovación tecnológica puede marcar la diferencia y contribuir tremendamente a la conservación de nuestros mares y su inmensa biodiversidad”, sostiene.