El 96% del hábitat del pájaro paraguas longuipéndulo en el noroeste de Ecuador se ha perdido y el esfuerzo de la ecuatoriana Mónica González por conservar el 4% restante en parte la hizo acreedora, el pasado jueves, a uno de los ‘Óscar verdes’ que otorga la organización británica defensora del medioambiente Whitley Fund for Nature (WFN).

Los Whitley Awards 2014 en honor a inspiradores trabajos de conservación del ecosistema fueron entregados en la Royal Geographical Society de Londres por la hija de la reina Isabel II, la princesa Ana, y conceden 35.000 libras (59.000 dólares) a los ganadores, que en esta ocasión fueron ocho.

Todos los años, en un proceso de aplicaciones y entrevistas, la WFN identifica a líderes conservacionistas eficaces y los celebra con estos premios.

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Un cubano y científicos de Kenia, Malasia, Filipinas, Indonesia y Bulgaria acompañan a González en la lista de los galardonados de esta edición.

“Estoy muy feliz por mi país, por esa gente que me ha abierto las puertas de su casa y por el reconocimiento al trabajo de tanta gente”, expresó –tras recibir su premio– González, quien se convirtió en la primera ecuatoriana seleccionada para los galardones de la WFN.

Esta ecologista de 52 años es la creadora y directora de la Fundación para la Conservación de los Andes Tropicales (FCAT), una organización no gubernamental sin fines de lucro que tiene la misión de promover la conservación de la biodiversidad en estos ecosistemas mediante el fortalecimiento de la capacidad técnica, la investigación científica, la educación ambiental, el desarrollo comunitario y la formación de líderes para lograr el desarrollo sostenible.

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La FCAT ejecuta sus programas en la reserva Mache-Chindul, situada al suroccidente de Esmeraldas y al norte de Manabí, sobre la cordillera occidental, hogar de 136 especies de mamíferos, 491 de aves, 54 de anfibios y 38 de reptiles, según datos del portal del Ministerio del Ambiente (MAE).

Esta reserva queda dentro de la zona biogeográfica Chocó, que se extiende desde el este de Panamá hasta el noroeste de Ecuador, donde abarca las provincias de Esmeraldas y Manabí. Es una selva húmeda tropical considerada como una de las áreas con mayor diversidad biológica del mundo.

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Allí habita el pájaro paraguas (Cephalopterus penduliger), pero esta ave de color negro también anida sobre los árboles de Mindo y del recinto 23 de Junio, ubicados en el cantón San Miguel de Los Bancos, en Pichincha, donde se cuidan sus sitios de reproducción; y en la reserva Buenaventura, en El Oro.

Identificar a esta especie nativa de América del Sur –también está en Colombia– es fácil. De su fisonomía resaltan un penacho (copete de plumas), pero sobre todo una larga franja de piel emplumada que cuelga del cuello.

Del pico a la cola, si es hembra, mide 37 centímetros, y si es macho, 42. Su particular canto, que se puede escuchar a un kilómetro de distancia, le sirve para atraer a las hembras.

En el Libro Rojo de Aves del Ecuador, esta especie de la familia Cotingidae está en la categoría vulnerable y al ser el bosque tropical su hogar, tiene un rol vital no solo en la conservación de otras especies, sino en mantenerlo saludable y ayudar a reforestarlo a través de la dispersión de las semillas que ingiere. Sin embargo, “la deforestación se está produciendo a un ritmo alarmante en el noroeste de Ecuador, y el pájaro paraguas está desapareciendo mientras el bosque se fragmenta”, cita la WFN.

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Ese bosque forma parte de los Andes, donde Mónica creció y en donde sus abuelos le enseñaron que a la naturaleza hay que respetarla y cuidarla.

Por ese respeto y sentido de pertenencia, esta ecologista se dedica a proteger y ampliar los fragmentos restantes del bosque, y “durante la última década, sus esfuerzos han establecido con éxito al pájaro paraguas como un símbolo de la conservación entre la población local”, señala la WFN.

Entre las iniciativas que pretende desarrollar se pueden enumerar la agricultura a pequeña escala, reforestación, reciclaje y hasta la construcción de un nuevo camino hacia el bosque, que será una oportunidad para que los habitantes de esta zona de Esmeraldas desarrollen el ecoturismo.

El dinero concedido por la WFN Mónica lo invertirá en más educación medioambiental en la región, donde convive con gente que –al igual que ella– “sabe lo que tiene” y “ama su tierra”, gente que aprecia la pasión que tiene por conservar los Andes tropicales y al ave que considera como “una fuente de orgullo de los actores locales”.