Vaticano II, el concilio del “Aggiornamento” que abrió las puertas de la Iglesia al mundo, reunió en la Santa Sede bajo dos pontificados –el de Juan XXIII y el de Pablo VI– entre 1962 y 1965, a unos 2.250 obispos de 116 países. Este fue profundamente renovador, concentrado en la Iglesia y en las relaciones con la sociedad y el mundo.

El 25 de enero de 1959, Juan XXIII, ante la sorpresa general, anunció el concilio Vaticano II. En su apertura, el 11 de octubre de 1962, la mayoría conservadora esperaba una confirmación de la autoridad del papa y del Vaticano, sin grandes cambios, aunque se sentían ya muchas tensiones.

Pero muy pronto, un “minigolpe” condujo hacia otra orientación. Desde el inicio del concilio, el cardenal de Lille (Francia), Achille Lienart, cuestionó la composición de las diez comisiones, a las que consideró “prefabricadas”.

Publicidad

El destino del concilio cambiaría a partir de ese instante. A lo largo del mismo, dentro y fuera de las sesiones en la basílica de San Pedro, los prelados, en especial franceses y alemanes, desempeñaron un gran papel para acelerar la tendencia reformista y hacer adoptar textos en torno a los cuales hubo acerbas discusiones.

En total, 2.850 sacerdotes conciliares participaron en las reuniones de trabajo, así como 487 expertos –entre ellos el alemán Joseph Ratzinger, actual papa emérito Benedicto XVI, así como el cardenal de Colonia, Joseph Frings– ayudaron a los 2.251 obispos presentes.

Por primera vez fueron invitados observadores de otras iglesias y auditores laicos.

Publicidad

Cuatro sesiones de cuatro meses se llevaron a cabo cada año, en 1962, 1963, 1964 y 1965. El concilio fue cerrado por Pablo VI el 8 de diciembre de 1965. Los principales documentos del concilio fueron cuatro “constituciones”. Los textos representaron una revolución respecto a los musulmanes y en especial a los judíos, tras siglos de antisemitismo católico.