Nicholas James Vujicic, de 31 años, se ríe de sí mismo. No deja de hacerlo a cada momento, hace bromas de su condición física, como aquella ocasión en que practicó su primer salto de altura: “fue una experiencia que me hizo temblar las rodillas”.

El coliseo Rumiñahui, atestado de familias, suelta una larga risa y se deja llevar por el magnetismo de aquel australiano que le habla al público desde un austero escenario, trepado en una mesa, con dos cámaras que resaltan su silueta en pantallas en los extremos del tablado.

Habló en inglés en cortas oraciones para facilitar la traducción. El idioma no fue un impedimento para lograr empatía, tal vez el mejor ejemplo del porqué se lo conoce como el hombre que no tiene límites. “No tengo brazos, ni piernas, solo un pie con dos dedos con los que puedo hacer todo, imaginen cuando la gente me ve y quieren darme la mano ¡no saben qué hacer! Les digo entonces que me den un abrazo”.

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Mensajes simples y suficientes para hablar de esperanza y reconocer que los verdaderos discapacitados son quienes no superan el miedo.

Nicholas, que se hace llamar Nick, recuerda su niñez y también cómo las burlas derritieron su espíritu. A los ocho años pensó suicidarse, a los 10 lo intentó, pero el amor por sus padres lo obligó a no volver a pensarlo. De inmediato gira sus palabras a los adolescentes. “¿Yo soy suficientemente chévere para ser tu amigo? ¿Pero no tengo brazos y piernas?”.

El coliseo enmudece, luego afirma: “Cuando los niños me miran preguntan ¿qué te pasó? Yo les digo que es el tabaco”.

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En realidad, nació con el síndrome de tetra-amelia, que se caracteriza por la carencia de las extremidades. Su charla acumuló experiencias de amor, dignidad y oportunidades.

Hoy

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En el Estadio George Capwell (av. Quito y San Martín), a las 17h00. Gratis.

Mañana

En el Centro Evangelístico de Durán, a las 09h00. Entrada $30. Informes al 2680188.