Cada año cuando llega el otoño a Lera (Zamora, España) este se convierte en un destino gastronómico de primer rango para probar las recetas de Luis Alberto Lera, basados en los recursos que aporta la bolsa cinergética de Tierra de Campos.

Lera no es un restaurante convencional en ninguno de sus flancos. En su trabajo cotidiano superponen la inspiración del cocinero con la aleatoriedad de una despensa errática que, en ocasiones, depende de sus ejemplares conseguidos horas antes.

El local posee una peculiar habilidad para convertir lo popular en diferente. No están las minicreps de sopa de ajo, pero resultan suculentas las cachuelas (mollejas de pichón) guisadas. Con una salsa de verduras y jamón contrarresta la proverbial insipidez de las ancas de rana, mientras que las lentejas guisadas las presenta con fuagrás, contrapunto graso que no mejora las legumbres; y, una variedad de platos propios de la zona que hacen único a Lera.

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Fuera de la carta se brindan postres de frutas procedentes de pequeños artesanos como frambuesas con láminas de nata, fresas con crema de hierbaluisa y un parafit de miel de lavanda con piñones siendo una delicia.(I)