Por Gourman

Estamos acostumbrados a pensar que los países que trascendieron gastronómicamente son aquellos con restaurantes de alta cocina, con estrellas Michelin y otros reconocimientos, de menús sofisticados. Pero este factor no es lo único que produce un cambio radical.

Para que la gastronomía de un país trascienda, como lo ha logrado la peruana, por ejemplo, el grueso de la población debe volverse exigente, generando una demanda más calificada, que causa que la oferta de los sitios comunes y corrientes mejore también de forma importante. Es decir, que se coma relativamente bien en cualquiera, o por lo menos la mayoría de los sitios sencillos. Así, esta semana llamaron mi atención dos restaurantes. Uno en Guayaquil y otro en Salinas.

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El primero es Fogata, en el local 35 del centro comercial Las Vitrinas. Es un local sencillo, para una comida informal o casual, de diario, pero bien puesto y pulcro.

La oferta es bastante variada, centrada en carnes y arroces, con buena relación precio-calidad. Un generoso lomo al carbón cuesta $ 8, una hamburguesa de gran tamaño con carne al carbón, $ 7.

Los arroces quizá son lo mejor. Con buena consistencia, producto de la humedad adecuada, sin estar sobrecocinado, ni ser de grano corto y quebrado.

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Por ejemplo el moro mulato, con fréjol negro, queso y tocino por menos de $ 4 es una buena opción. El arroz manaba es interesante. Tiene chorizo rojo, salsa de maní y huevo frito, y el arroz con juguito, con jugo de seco, queso y maduro frito.

Fogata no brinda exquisiteces, ni alta cocina. Ofrece gastronomía sencilla, cotidiana, a muy buenos precios, bien hecha, cuidando la calidad y la cocción, en un ambiente razonablemente agradable.

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El segundo restaurante fue Marco’s Pizza, en Salinas. Me sentí en una urbe cosmopolita al ver que nos ofrecía cocina italiana un “pizzaiolo” chino, encargado del horno, en una playa ecuatoriana, teniendo en mesas vecinas a varios norteamericanos. Este lugar es más sencillo aún. Ubicado dos cuadras antes de la entrada a Salinas, en el porche de una casa antigua de una sola planta, cuyo piso está cubierto de conchillas. Casi en el centro se ha construido un horno del que salen extraordinarias pizzas.

Mi mesa de 5 personas comió en abundancia por $ 60, incluidas bebidas. Es tipo napolitana, de masa fina, y me atrevería a decir que con poquísima levadura, delicada y a la vez crujiente. A mi juicio, la mejor de Salinas. Y después de Alo’s Pizza, Pizzallini y Marinara en Guayaquil, diría que es de las mejores. La calidad de las materias primas de estas últimas y su sofisticación sin duda son superiores, pero Marco’s tiene una buena pizza de ajo y tomate, salsiccia, y una suprema interesante. Algo que debería lograr fácilmente es mejorar el local y la presentación de su servicio. Con pocos detalles subiría de nivel.

Si tuviéramos muchos sitios como estos, si la mayoría de los restaurantes de comida diaria, sencilla, de precios módicos, fueran como estos, aportarían tanto a la gastronomía de un país, como tener restaurantes de alta cocina famosos. (O)