En dos casos grandes de corrupción que se investigan en Ecuador –en el Isspol y en Petroecuador– se implica la participación de poderes económicos y criminales. En el primero, han transcurrido 26 meses y con estrategias dilatorias se siguen entorpeciendo los procesos en pos de lograr impunidad. En el segundo, está por verse cuán factible será que se imparta justicia de manera oportuna.

En el manejo ilegal de los fondos de la seguridad social de la Policía que ascienden a casi $ 950 millones, como en el caso de corrupción para la adjudicación de contratos petroleros en el que la Fiscalía ya formuló cargos como autores del delito de cohecho contra cuatro exfuncionarios de esa entidad, un exsubsecretario de Finanzas y dos ciudadanos más, se presume la necesaria participación y complicidad de las más altas autoridades de la época.

El director general del Isspol, Renato González, en entrevista con este Diario señala que los procesos más avanzados son los que investigan delitos menores, pero que las autoridades del más alto nivel siguen sin enfrentar a la justicia. Estima que así como para recuperar $ 290 millones de la entidad se requirió la conjunción de esfuerzos y el apoyo frontal del presidente, la Procuraduría, la Superintendencia de Compañías, del Banco Central y de otros organismos de control, como la Superintendencia de Bancos, lo mismo debió suceder en el momento de los atracos en el Isspol: tenían que estar en conocimiento de las más altas autoridades; de lo contrario, esto no sucedía.

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En el caso de corrupción petrolera, horas antes del operativo de la Fiscalía, el nuevo ministro de Energía, Fernando Santos, en su discurso de posesión habló de la entrega a la justicia de Estados Unidos de Nilsen Arias, gerente de Comercio Internacional de Petroecuador entre 2010 y 2017, y de que este haría “revelaciones terribles, pero necesarias”. Sería de esperar que las más altas autoridades en funciones cuando ocurrieron ambas tramas de corrupción tengan ahora oportunidad de demostrar su no participación. (O)